TOMAR A CARGO
Carlos F. BarberáUna lectora de mi blog en el que hablaba de la compasión me ha remitido el comentario siguiente: "Una sugerencia: ¿y si cada uno echara el ojo a una familia conocida en necesidad y les socorriera en lo más básico?" Esta idea me ha animado a escribir las líneas que siguen.
Frente al hecho del sufrimiento, con una voluntad samaritana, se han puesto en marcha actitudes que después han encontrado su expresión en palabras como compasión, misericordia, caridad, ayuda, beneficencia... Cada una de ellas tiene un buen pedigrí en su etimología pero cada una ha sufrido también el desgaste y la tergiversación de todo lo humano. ¿Quién puede decir ahora sin cierto rubor que se tiene por misericordioso o caritativo o benefactor?
Nada más vulnerable que los sentimientos profundos y nada más fácil también de criticar, con críticas que a su vez son también criticables. No hay que dar un pez sino ayudar a pescar, dicen a veces quienes no han enseñado a nadie... pero tampoco dan un pez.
Ya he descrito en varias ocasiones mi desazón porque la Conferencia Episcopal, ante la crisis económica terrible que sufrimos, no haya hecho un llamamiento para que cristianos aislados, comunidades, parroquias, conventos, monasterios, obispados se pusieran en marcha con ideas, iniciativas, acciones concretas. ¿Y cuáles? A mi modo de ver, las que sean, las que cada uno pueda, porque todas serían bienvenidas. Si están bien pensadas, si son compartidas, mejor que mejor.
No digo que no haya personas, parroquias, grupos cristianos o congregaciones que no hayan tomado esas iniciativas. Me quejo de que eso no sea la campaña única y oficial de la Iglesia oficial (y aún más en el Año de la Fe ¿qué fe será esa sin obras?)
Dicho esto, comienzo confesando que la formulación que recojo en las primeras líneas de este escrito me parece muy atractiva. Ahí es nada, echar un ojo, lanzar una mirada compasiva y prestar socorro. Pero quiero completarla trayendo una expresión que me agrada especialmente y que he querido tomar como título de esta reflexión: "tomar a cargo"...
Jesús ayudó a muchos en muchas ocasiones. Les dio comida cuando desfallecían, expulsó de su alma el demonio de la culpa, abrió sus ojos a la luz, les invitó a ponerse en marcha, les devolvió la vida. Pero hay un momento en el que expresa cuál era la voluntad que subyacía a todas esas acciones. Es aquél en el que el Maestro llora sobre la ciudad santa diciendo: "¡Oh Jerusalén, Jerusalén!, (...) ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!".
En ese conmovedor desahogo podemos atisbar la voluntad de Jesús respecto a su pueblo y en definitiva respecto a toda la humanidad. Él ha querido tomarla a cargo. Tomar a cargo es más que ayudar, más que socorrer, más que echar una mano. Una madre, un padre toman a cargo a sus hijos, porque las viven como propias, ni sus alegrías ni sus carencias y penurias les son ajenas.
No hace tanto, una película francesa, 'Las nieves del Kilimanjaro', basada libremente en un poema (Les gens pauvres) de Víctor Hugo, presentaba de manera conmovedora una historia de tomar a cargo. Era, por supuesto, una película sin resonancias religiosas pero sí podía serlo para una mirada creyente.
Pues bien, quiero repetir que, ante el hecho del sufrimiento y en este momento frente a los sufrimientos de la crisis, cada uno deberá hacer lo que pueda. Pero yo me atrevería a reformular la frase del principio: "Una sugerencia: ¿y si cada uno echara el ojo a una persona o una familia conocida en necesidad y les tomara a cargo en lo más básico?".
He hecho esta formulación con cierto temor porque recuerdo el reproche de Jesús: "Lían pesados fardos y los cargan sobre las espaldas de los hombres mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo". No quiero yo ser de esos ni tampoco quiero enunciar leyes obligatorias, porque san Pablo nos enseñó que no somos hijos de la ley. Sí en cambio quiero expresar mi convicción de que Jesús nos anima a dar un paso más. "¿Qué hacéis que no hagan los paganos?"
Sé que tomar a cargo es duro, que acarrea zozobras y desilusiones y que a menudo comporta una cierta soledad. Todo el mundo admira la limosna generosa, casi todos desaniman de la implicación en que consiste tomar a cargo. Y es que ciertamente hay algo en ello de la locura del Evangelio.
Pero repito para terminar: que cada uno haga algo, lo que pueda, lo que el Espíritu le sugiera. Y que a su vez anime a otros. No hará sino recoger los mandatos de Jesús: "Estad con los ojos abiertos", "echad a andar", seguidme"...
Carlos F. Barberá