TAREAS PARA UN PAPA EN EL SIGLO XXI
José María MardonesEl largo pontificado de Juan Pablo II ha vivido muchas vicisitudes eclesiales y seculares. A inicios del siglo XXI, deja un mundo con muchos nubarrones e incertidumbres. Y respecto a la situación de la Iglesia católica ¿qué herencia deja el papa Wojtila a su sucesor? ¿Qué desafíos deberá afrontar el nuevo papa?
1. El fin del cristianismo de cristiandad. Venga de donde venga, el nuevo pontífice se las verá con un Noratlántico, concretamente Europa, en tránsito hacia un nuevo tipo de cristianismo. El cristianismo que denominamos de cristiandad, es decir, el basado, como dirá Ch.Duquoc, en el grandioso proyecto de una sociedad, cultura y políticas con la marca "cristiana", toca a su fin. Será preciso acompañar este proceso y hacer que el cristianismo europeo, aunque sea minoritario, no deje de ser significativo desde el punto de vista de la fe y el Evangelio.
2. El desplazamiento del cristianismo hacia el Sur. Los datos lo dicen muy expresivamente: alrededor del 80% de los cristianos católicos vive ya en el Sur. Es decir, los seguidores del Nazareno son ya hoy mayoritariamente pobres y de color. Para una fe que busca la justicia, ¿qué exigencias plantea frente a una globalización neoliberal del materialismo consumista y de la exclusión social? Y ¿qué significa un cristianismo del Tercer Mundo para una teología, para una moral, para una liturgia y para una organización y cuidado pastorales? No se podrá seguir pensando u orientando pastoral-mente como si el catolicismo viviera en una parroquia de un barrio de una ciudad europea.
3. Entre la religiosidad difusa y el fundamentalismo. El nuevo gobierno eclesial tendrá que impulsar la fe cristiana en un clima religioso que se mueve entre las búsquedas personales de una experiencia directa del Misterio de Dios y las de los que piden seguridad y certidumbre a cualquier precio. Hay que responder a la sed de Misterio que parece no encuentra siempre el agua suficiente dentro de la Iglesia y las tendencias neofundamentalistas que tienden a la rigidez doctrinal y el anquilosamiento de las formas.
La preponderancia que en el anterior pontificado han tenido los Nuevos Movimientos Eclesiales debiera ser compensada con formas religiosas más abiertas, dialogantes con la sociedad y cultura, más sensibles a los problemas de la justicia y más autocríticas respecto a la propia institución eclesial.
Desde el mundo de la espiritualidad contemplativa se avista un momento en que la religión en el mundo está en profunda transformación. Hay un giro hacia la interioridad. La Iglesia Católica debiera apuntarse a esta revolución espiritual sin perder la dimensión de la justicia.
4. La organización eclesial. El papa Juan Pablo II ejerció un enorme liderazgo que, junto con una política eclesial de protagonismo de los Nuncios y disminución de las conferencias episcopales y la colegialidad, volvió a un gobierno eclesial centralista. Este liderazgo papal ha corrido el riesgo de liquidar el principio, tan católico, de la subsidiariedad. Terminó asumiendo casi la única voz eclesial. Esta situación no es buena para la comunidad eclesial ni para el mismo papado. ¿Tendrá la habilidad el nuevo papa de dejar crecer otras voces junto a la suya? ¿Sabrá y querrá descentralizar el gobierno eclesial según las orientaciones del Vaticano II?
5. La moral sexual. El nuevo papa se encuentra confrontado a una situación en la que objetivamente el mundo católico se encuentra dividido: por una parte, la mayoría de los católicos –y moralistas- tienen un comportamiento muy libre y personalmente responsable sobre el uso de los métodos contraceptivos y, por otra, camina la doctrina oficial, que ha dado un paso más en la rigidez e intransigencia desde Pablo VI. Esta esquizofrenia no hace ningún bien ni a los creyentes ni a la moral oficial. Y le hace perder fuerza crítica frente al uso banal y explotador de la sexualidad en nuestra sociedad.
6. El rol de la mujer en la Iglesia. En un siglo que se declara de la mujer, la institución eclesial católica muestra una cerrazón respecto al tema del acceso al sacerdocio por parte de la mujer, que no justifica hoy una teología informada y sensata. Es un tema pastoralmente delicado y con resonancias distintas en los diferentes lugares del mundo, pero que deberá afrontar este papado. Como, sin duda, deberá hacer frente al descenso de vocaciones sacerdotales y religiosas y la posibilidad de sacerdotes casados.
7. El encuentro interreligioso. Uno de los logros del papado de Juan Pablo II fue el de reunir en Asís a prácticamente todas las religiones para orar a esa Realidad última que todos reconocen y nombran de diferente manera. El siglo de la globalización que tenemos delante es ya hoy un terreno sometido al encuentro interreligioso, a nivel académico y del experimentalismo extra-académico. Este hecho no podrá ser evitado por el nuevo pontificado. El catolicismo ha iniciado un diálogo que ya no puede dar marcha atrás. Las consecuencias para nuestra comprensión de Dios y de la función mediadora de Jesucristo serán muy grandes.
Dentro ya del ecumenismo, quizá esperan pasos menos reticentes respecto a las confesiones cristianas. El desencuentro con la ortodoxia, especialmente rusa, espera ser subsanado y cabe caminar más adelante con las grandes Iglesias de la Reforma, superado ya el escollo de la justificación.
Enormes tareas y desafíos que el nuevo papa tiene delante y con él todos los creyentes. Se abre, sin duda, una etapa de esperanzas y posibilidades. Un hombre no puede cambiar todo de la noche a la mañana, pero puede producir unas expectativas y facilitar unos cauces por donde circule más fácilmente el Espíritu.
José María Mardones