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JESÚS, MÁS ALLÁ DEL HEDONISMO, DE LA VANAGLORIA Y DEL PODER

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Lc 4, 1-13

Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos vivido durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas estudiantiles de hace unos años en Francia, era: "No queremos vivir peor que nuestros padres". No querían ganar menos y consumir menos; para nada hacían alusión a la posibilidad de ser más o menos humanos.

La crisis económica que estamos padeciendo puede abrirnos a la comprensión del dilema: queremos consumir más a toda costa o nos interesa ser cada día más humanos. En teoría no habría problema para responder, pero en la práctica todos nos dejamos llevar por la comodidad a todos los niveles, aún a costa de menor humanidad.

Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar cual es la meta a la que nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de no dejarnos llevar por la comodidad. Par crecer en humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos. Este es el interesante planteamiento de un tiempo de cuaresma para la reflexión.


EXPLICACIÓN

No debemos escandalizarnos cuando los exegetas nos dicen que estos relatos no son historia sino teología. Marcos, que fue el primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica fundamental: la vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser: por una parte lo instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Si no hay lucha, es que hemos aceptado la derrota.

El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las culturas y religiones hasta nuestros días y por lo que se puede adivinar, tiene cuerda para rato. La realidad es que no necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Sin embargo, el mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro conocimiento es limitado, la inteligencia puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo.

El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podría haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible porque sabríamos lo que es malo, y el mal no puede ser apetecible. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. Recordar lo que dice el evangelio: "la verdad os hará libres. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes, Plantear una lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien aparente (mal), y el bien real.

La primera observación que deberíamos hacer sobre el relato, es que al empezar se hace mención por dos veces del Espíritu. Lleno del Espíritu Santo quiere decir lleno del Dios. Jesús es un ser humano en el que Dios lo es todo y que actúa como lo haría el mismo Dios. El tiempo de desierto es precisamente un tiempo en que esa presencia de lo divino se activa y se potencia, para que nada de lo sensible, caduco, terreno, tenga la fuerza suficiente para no dejar actuar lo divino en él. Si dejamos actuar al Espíritu, la victoria está asegurada.

Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen perfecto de todas las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los demás, que es lo que se manifiesta en nuestra vida real, depende, querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con Dios.

1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios... No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el siglo IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel...

Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es decir hacer en todo momento lo que te apetece. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro objetivo es ser más humanos, sólo a través del esfuerzo lo podremos conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser animal.

No sólo de pan vive el hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo aquello que podría elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta tentación es el ayuno. Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un momento dado, a lo que es malo.

2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe. Adorar a Dios y darle culto no significa ir en busca del dios exterior que necesita incienso y alabanza. Se trata de descubrir lo que de Dios hay en nosotros y potenciarlo. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente, en nuestra individualidad, sino más a lo hondo. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi yo y, en vez de buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos.

3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu (vana) gloria llegará al límite. La respuesta es, que dejes a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Mucho menos podrá tener privilegios con nadie. Ya se lo ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir "rezos" sino meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios, me librará de utilizar al dios ídolo.

No debemos plantearnos la lucha contra el mal desde el voluntaris¬mo, sino desde un mejor conocimiento de la persona, de la realidad y de Dios. El pecado no consiste en la trasgresión de una ley, sino en deteriorar tu propio ser. La ley lo único que puede hacer es advertirte de que esto o aquello puede hacerte daño; pero eres tú el que tienes que descubrir la razón del mal si quieres que la voluntad deje de apetecer lo que te daña.


Meditación-contemplación


Cuaresma es tiempo de desierto.

Camina hacia tu interior repleto de peligros y asechanzas.

Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto.

Libérate de todo lo que crees ser, para llegar al centro.

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Sólo en tu propio desierto afrontarás la verdadera batalla de la vida.

Eso sí, empujados por el Espíritu.

En desierto y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.

Confía. La tierra prometida", está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.

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Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo.

Sólo la ignorancia nos mantiene alejados del SER.

Deja que la luz que ya está en tu interior te invada por completo.

Serás feliz y harás felices a los que viven junto a ti.

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Fray Marcos

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