GANESH, UN ROSTRO DIVINO
Matilde GastalverSegún un dicho indio: "La divinidad duerme en las rocas, respira en las plantas, sueña en los animales y se despierta en los seres humanos" ¡Ojalá le dejemos despertar!
Los textos sagrados de Oriente siguen siendo un pozo de sabiduría vigente que Occidente requiere para vivir de forma más auténtica, y sus mitos son espejos nítidos donde mirarnos.
Nos cuentan que en el nacimiento del mundo, Brahma, dios creador, creó a Airavata, antepasado de los elefantes y el primero en salir de la concha fundadora del dios. Sus poderosas piernas serán los cuatro pilares que sustentarán el peso del universo. Podemos afirmar que la veneración del elefante en la India se remonta a más de 5.000 años y ellos representan valores que aún tenemos pendientes.
Ganesh es una de las divinidades más populares; preside la entrada de casi todas las casas y negocios. Este dios tiene cabeza de elefante (símbolo de sabiduría) y cuerpo de hombre con una enorme barriga (gozo del buen comer, carácter afable y desenfado) Su montura es un ratón. La fuerza del elefante queda así asociada a la habilidad del minúsculo roedor, una alianza inédita destinada a vencer todos los obstáculos de la existencia.
¿De dónde surge este dios amigo del pueblo, simpático, inteligente y amable, que quita los obstáculos y da buena suerte? En la Trimurti, las tres formas de la divinidad hindú, Shiva es quien disuelve todo lo creado cuando llega a un momento de perversión o deterioro. Párvati es su esposa. Según la mitología Párvati dio a luz a Skanda, su primer hijo. Fue tal su alegría, que de sus senos empezó a manar leche sagrada. Con la mezcla de ese néctar divino y la pasta de sándalo con la que se untaba el cuerpo, la diosa modeló a su segundo hijo, Ganesh, a quien confió la protección de su palacio. Lleno de celo, Ganesh impidió al mismo Shiva que accediera a la morada de su esposa.
Preso de una cólera terrible, Shiva cortó allí mismo la cabeza a su joven hijo. Párvati, desesperada por este acto de barbarie, amenazó con destruir todo el universo. Para apaciguar su rencor, Shiva cortó la cabeza de la primera criatura que pasaba cerca de palacio para dársela a su hijo; fue un elefante que paseaba por el lugar y así es como Ganesh terminó con una cabeza de elefante encima de un cuerpo de niño.
También en el budismo indio el elefante tiene un papel fundador; la reina Maya es visitada por un elefante blanco con una flor de loto en su trompa; nueve meses más tarde dio a luz a Buda. Todo el sureste asiático venera a estos animales ligados estrechamente con Buda.
Todavía hoy los elefantes son iconos de valores imprescindibles para la vida, ligados a lo sagrado. Pero incluso la ciencia más escéptica a lo religioso presenta al elefante con cualidades que lo hacen especialmente querido y admirado: es el animal más grande y de más larga gestación (22 meses), también el de mayor peso que puede llegar a vivir hasta los 80 años.
Se le atribuyen una gran variedad de comportamientos asociados a la inteligencia tales como el duelo, el altruismo, la compasión. Posee una memoria excepcional; es capaz de reconocer la llamada de más de cien individuos diferentes. Emite un gruñido agudo del que se sirve para identificar a los demás individuos y formar parte de una red social relativamente compleja. Tienen capacidad de reconocer los restos de cadáveres de su misma especie y cuando los encuentra parecen rendirles un particular homenaje póstumo, tocándolos con sus trompas y pezuñas.
¿Puede pretender autoridad moral alguien que tenga por afición "la caza" de animales tan especiales? Esa foto de Juan Carlos de Borbón junto a un elefante muerto en Botswuana, no solo es una ofensa para nuestra economía en crisis, es una noticia que hiere más y más hondo los sentimientos ya doloridos de nuestra ciudadanía.
No es como decía el Roto: "Demasiada corona para tan poca cabeza". No es problema de inteligencia, es problema de principios, de sensibilidades, de incongruencias políticas y económicas. WWF España, organización de conservación de la naturaleza ya ha iniciado trámites para que Juan Carlos de Borbón deje de ser presidente honorífico.
En estos días pascuales no sé si hoy es igualmente difícil, como les fue a las mujeres, descubrir entre los desencantos políticos del Imperio y por otra parte, las acusaciones agrias de nuestros jerarcas, que algo más está vivo. También hoy robaremos esperanza a nuestras muertes, como ellas hicieron con Jesús. El fracaso no pudo con la verdad de su vida; tampoco el nuestro puede ocultarnos su Vida: Galilea es el testigo.
Galilea es la vida de cada día, donde sigue el desempleo y la prima de riesgo es noticia amenazante, mientras siguen los escándalos políticos y los servidores del pueblo se siguen sirviendo de él. Cada día son más los que piden comida porque ya no pueden comprarla y hasta en las farolas se anuncian buscando trabajos imposibles. Mientras el jefe del imperio caza, ocioso, elefantes y el sanedrín acusa a los que se saben hijas e hijos de Dios, al rayar el alba, en el primer día de la semana, Él nos asegura que le encontraremos vivo en Galilea para seguir anunciando la Buena noticia de Dios.
Matilde Gastalver