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EN DEFENSA DEL MISTERIO DE DIOS

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Durante muchos años me he debatido con la pregunta ¿Cómo pensar en Dios? ¿Cómo podemos hablar hoy de Dios? ¿Es una Persona, una fuerza, la naturaleza misma?

Los teólogos y filósofos han tratado de encontrar respuestas. Y han sido realmente diversas. No sabemos nada de Dios, pero los discursos que pretenden 'saber' de Dios se han multiplicado a lo largo de los siglos.

o Para los panteístas como Spinoza, "Dios es el nombre que damos a la naturaleza".
o Otros tratan de ser más prudentes y se refieren a Dios desde una experiencia interior, como de una Fuerza que nace en ellos.
o Otros más, pensaron que 'Dios' es un constructo humano para referirse al conjunto de valores que han ido surgiendo a lo largo de la historia de la humanidad.
o Y tenemos la posición de la Biblia y la tradición judeo-cristiana de que a Dios hay que entenderlo en términos de personalidad: Dios es persona. Es la postura tradicional que ha prevalecido hasta ahora entre nosotros.

Ha habido épocas en las que casi nadie discutía la existencia de Dios. Un Dios Persona que vive en el cielo e interviene de vez en cuando en la tierra para 'arreglar' las cosas. Se le veía detrás de todo acontecimiento humano o natural, especialmente de aquellos que resultaban inexplicables. Y no faltaban las autoridades adecuadas, las diferentes iglesias y sus magisterios, para dar todo tipo de definiciones y precisiones.

Pero el avance de los conocimientos científicos y la reflexión heredera de la Ilustración ha hecho que Dios no sea en nuestro tiempo tan evidente. El hombre moderno exige verificaciones fiables. Los horrores del siglo XX, como el Holocausto, el sufrimiento desmesurado de los inocentes, han sacudido terriblemente el soporte de esa teología de un Dios personal y providente. ¿Cómo creer en Dios en la planta de oncología infantil?

Parecería que creer en un Dios personal sería algo de tiempos pasados, de ignorantes. No es nada fácil hablar de Dios en nuestros días. Los contextos en que surgieron los lenguajes que usamos ya no existen. Con el tiempo, ese antropomorfismo se habría quedado obsoleto y debería ser reemplazado por otros modelos no-teístas, más modernos. Así lo piensa el obispo anglicano John Shelby Spong en su libro "Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo".

En todos los ámbitos está hoy de moda un cristianismo-budista, o cristianismo-hinduista. Pero francamente, me parece una 'desmesura' lo que está ocurriendo con esa suerte de 'panteísmo' a lo cristiano. ¿Reconocería Jesús a su Abba en esas ideas?

La corriente orientalista nos ha quitado 'la nuez' y nos ha dejado el 'cascarón'. Es decir, que se sigue empleando la palabra 'Dios' pero dándole un contenido diferente, mejor dicho, vaciándolo de contenido. No sé si es honesto esto. Los orientales no lo hacen con sus ideas. El que cree en el Brahmán impersonal, nunca lo trata como personal, porque el Brahmán no puede significar eso. El Tao chino, es impersonal, porque no puede no serlo. Sería una contradicción de términos.

El 'vacío', el freno a la mente, la meditación nihilista... no me dicen nada. No le encuentro relación con Dios. ¿Qué es orar? Para mí es un 'hablar' entre un Yo-Tú. Nuestro lenguaje es limitado y nos traiciona a menudo, pero la alternativa del silencio, del no-pensamiento, hace que 'Dios' desaparezca en una nebulosa.

Yo respeto al que quiera creer eso. Pero tras años de reflexión, no veo motivo para rechazar nuestra tradición cristiana en un Dios personal. No considero la herencia occidental inferior a la oriental. Parece que todo se hizo mal en occidente, aunque los derechos humanos se deriven del pensamiento cristiano, y no del budista.

No defiendo un fundamentalismo caduco. Debemos reconocer los errores, abusos, traiciones, etc. que hemos perpetrado los cristianos a lo largo de los siglos. Pero creo que se puede reformar, renovar, actualizar, esa fe cristiana. Y mantenerla. Quienes creen en un Dios personal no han de sentirse inferiores ni desfasados.

Es una lástima que los teístas hayamos proyectado esas imágenes infantiles de Dios, que lo hayamos construido 'a nuestra imagen'. Todo esto es cierto. Debemos pues mejorar el pensamiento, ser más humildes al hablar, ser más prudentes. Acerquémonos a ese Dios con respeto, aceptando nuestras ignorancias, evitando todo lo que anula realmente la distancia con el Misterio... pero a la vez expresemos nuestra experiencia sabiendo que sólo estamos balbuceando. Todo lenguaje humano no es más que un balbuceo que habla del misterio que nos habita. Ya Paul Tillich decía que por encima del 'Dios de los teísmos' estaba Dios.

Los cristianos además no sólo creemos en esa Deidad personal sino que, siguiendo las enseñanzas de Jesús de Nazaret, afirmamos que 'es bueno'. Bondad es una palabra relacional, entre seres capaces de ello. Dios no es definible, pero sí es vivible, experimentable.

En realidad la única persona que es constatable en esa experiencia es el propio ser humano. Así que lo que realmente expresamos es que mi relación con la Fuente es de tipo personal. El Misterio deja de serlo en el momento que decimos 'es' en vez de decir 'mi relación es'.

Es cierto también que los occidentales tenemos necesidad no sólo de nombrar, sino de definir. Si a esa Fuente de bondad y compasión la nombramos 'Dios' enseguida tenemos la necesidad de definir a ese Dios. Y a partir de ese momento 'Dios' se convierte en idea, y deja de ser experiencia.

¿Sería más razonable partir de 'un no-saber' y de una reflexión sobre la vida propia? Se trataría de encontrar en nosotros 'las huellas' de esa acción que no es sólo de nosotros. No se trata de nombrar, de hacer teología, sino de estar a la escucha de lo profundo y estar disponible para actuar en favor de otros que nos necesitan. Esa Voz interior podría ser nombrada 'Dios' pero a posteriori, en la lectura personal que hacemos de lo vivido.

Dios seguirá siendo el Inefable, el Indecible. Pero el hombre necesita 'decirse a sí mismo' ese encuentro para poder comunicarlo a otros. Así que cuando alguien dice que cree en 'un Dios personal', no lo está describiendo, sino que está diciendo 'mi relación con el Inefable es de tipo personal'. Lo vive como un encuentro con un 'Tú' que le sale al encuentro. Podríamos decir que 'personaliza' el misterio a causa de su vivencia.

En las religiones no-teístas, las personas viven ese 'encuentro' con el misterio, de una manera no-personal, en el sentido de que es un encuentro del tipo Yo-Ello. Cuando nos dicen que Dios es impersonal tampoco lo están describiendo.

Ambos lenguajes, personal e impersonal, son legítimos mientras pretendan limitarse a lo que son: la expresión de una experiencia vivida en lo más profundo. Los místicos no tenían problema alguno para utilizar ambas manera de referirse a la divinidad. Pero ambos lenguajes fracasan cuando van más allá y pretenden decir qué es la divinidad.

El gran pensador francés Marcel Légaut escribió en "Llega a ser uno mismo":

"Siguiendo la tradición milenaria de los creyentes que balbucean su fe tal como pueden y su época se lo permite, podemos llamar, a esa acción que opera en el interior, "acción de Dios", sin hacer de Dios, de ningún modo, sino más bien negándonos a ello, una representación bien definida, igual que las que, en el pasado, solían hacer los hombres, pueril o espontáneamente" ("Llega a ser uno mismo").

Corrigiendo los abusos del antropomorfismo, Tomás de Aquino ya propuso que el mejor camino para hablar de Dios era la predicación analógica.

La idea es la siguiente. Aun sin tener un saber, de alguna manera tenemos algo en común con Dios. Algo que permite que nos relacionemos con él. En otros modelos, el único ser que tiene inteligencia o consciencia sería el hombre. El hombre podría pensar en la naturaleza, pero no viceversa. En este caso el panteísmo tendría un 'dios' que no podría ser consciente de la existencia del hombre. Si es una mera 'fuerza', ¿cómo llamar entonces 'Dios' a aquello que en realidad es inferior a nosotros?

El filósofo Anthony Flew, quien se convirtió en teísta después de más de 50 años de ateo, observa en su libro "Dios existe" que en el dinamismo creador que encontramos en el universo hay una 'intencionalidad'. En el caso del ser humano esa intencionalidad se traduce en el surgimiento del gran misterio de la Conciencia. ¿Cómo deberíamos pensar en la Fuente de ese dinamismo creador? ¿Habría querido el surgimiento de un ser consciente con el cual relacionarse? ¿Lo impersonal 'quiere algo'?

Y el filósofo Martin Gardner, que no se consideraba cristiano, exploró los diferentes modelos del hablar sobre Dios y escribe en su libro "Los porqués de un escriba filosófico":

"Sin embargo, si Dios ha de tener algún significado en la vida humana, hay que modelarlo de alguna manera. He expuesto las razones por las que creo que el modelo personal, con el antropomorfismo restringido por la doctrina de la predicación analógica, es el mejor modelo que tenemos, y de hecho es el único, si no queremos caer en un panteísmo en el que Dios se evapora en una nube acuosa de tan poco valor emocional que uno podría simplemente prescindir del símbolo de Dios".

Martin Gardner utiliza la palabra 'símbolo' para mostrar que la palabra se refiere o señala a una realidad más allá de sí misma. Gardner se cuida muy bien de resaltar que somos nosotros 'quienes moldeamos' quienes creamos un 'modelo' para hablar de Dios, basado en la predicación analógica.

La predicación analógica nos permite también utilizar un criterio. Si en Dios existe algo análogo a lo personal entonces debe ser mejor que nosotros. No podemos pensar en Él como un ser vengativo, cruel, que envía enfermedades, ordena masacres, discrimina a personas. Aunque no tengamos respuestas a la presencia del mal, al menos sabemos a quién no atribuírselo.

Todo esto nos obliga a purificar imágenes infantiles, a estar atentos a que no se parezca demasiado a nosotros. Dios será siempre mejor. Jesús lo dijo sin paliativos: "Nadie es bueno, sino sólo Dios" (Mc 10,18)

Lo importante en todo esto es estar atento a esa ' Presencia' que nos llama, a esas mociones interiores, a esas exigencias de vivir en lo verdadero, a no hacer trampas con uno mismo, a mirar al 'otro' con misericordia, o sea a traducirlo en la vida real. Es entonces cuando vemos a Dios como el que nos inspiró, nos sostuvo o nos fortaleció. Y escogeremos el lenguaje que mejor nos ayude a expresarnos, sabiendo que todo lenguaje sobre lo divino nunca describe, sólo evoca...

Como dice el teólogo Belden Lane:

"Debemos hablar y, sin embargo no podemos hacerlo sin tartamudear... El lenguaje sobre Dios recorre la zona fronteriza de los límites del lenguaje, usando el habla para confundirla, hablando en clave, llamándonos a un humilde silencio en presencia del misterio".

Para renovar el cristianismo en el siglo XXI no es necesario aceptar una versión panteísta del mismo. Será una opción legítima si es la expresión de una espiritualidad personal. Pero no es la opción ineludible.

Se puede optar por mantener el modelo 'personal' de Dios, siendo conscientes de que no estamos describiendo a Dios mismo, sino que estamos dando cuenta de un encuentro de tipo personal. La predicación analógica de Santo Tomás es una vía aceptable e inteligente para hablar de esa Presencia indefinible. También se pueden explorar nuevas vías como las que nos sugiere Marcel Légaut, que abre esa búsqueda a todo tipo de persona, creyente, agnóstica o atea, que es consciente del misterio que le habita, y se interroga.

Por último, es importante darnos cuenta de que Jesús, fiel a la tradición de Israel, pensaba en un Dios personal, al que llamaba 'Abba'. Esta palabra señala una experiencia profunda vivida en lo íntimo. Los frutos fueron evidentes.

Sea lo que pensemos o digamos de 'Dios', Jesús de Nazaret nos enseña a identificarlo con la Bondad. Una Presencia o Consciencia de Bondad, Compasión, Libertad y Justicia. Si hacemos de ese Dios-Bondad nuestro criterio existencial, entonces no temamos los cambios de los tiempos, siempre será nuestro contemporáneo.

La tradición judeo-cristiana nos invita a encontrarnos con ese Padre de los hombres, mediante la Fe. La fe es confianza, no la elaboración de doctrinas y dogmas, que en todo caso sirven para indicar el camino, pero no son el camino mismo, y se pueden corregir o mejorar. La Fe-confianza es lo que permanece a través de los siglos. ¿Y en quién confiaron nuestros padres? Y nosotros, ¿en quién confiaremos a pesar de todas las cosas sin sentido que encontramos?

¿Acaso no ha de ser en el Dios Bueno de Jesús, en su Abba, Padre-Madre de todos los seres humanos y de toda la Creación?

 

Julián Mellado

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