RESPUESTA A LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES
Papa FranciscoCreo que todos los aquí presentes sentimos fuertemente el desafío de la evangelización, que está en el corazón de nuestras experiencias. Por esto desearía pedirle, Padre Santo, que nos ayude, a mí y a todos, a entender cómo vivir este desafío en nuestro tiempo. ¿Para usted qué es lo más importante que todos nosotros, movimientos, asociaciones y comunidades, debemos contemplar para llevar a cabo la tarea a la que estamos llamados? ¿Cómo podemos comunicar de modo eficaz la fe hoy?
Diré sólo tres palabras.
La primera: Jesús. ¿Qué es lo más importante? Jesús. Si vamos adelante con la organización, con otras cosas, con cosas bellas, pero sin Jesús, no vamos adelante; la cosa no marcha. Jesús es más importante.
Ahora desearía haceros un pequeño reproche, pero fraternalmente, entre nosotros. Todos habéis gritado en la plaza: «Francisco, Francisco, Papa Francisco». Pero, ¿qué era de Jesús? Habría querido que gritarais: «Jesús, Jesús es el Señor, ¡y está en medio de nosotros!». De ahora en adelante nada de «Francisco», ¡sino Jesús!
La segunda palabra es: la oración. Mirar el rostro de Dios, pero sobre todo —y esto está unido a lo que he dicho antes— sentirse mirado. El Señor nos mira. Mi vivencia es lo que experimento ante el sagrario cuando voy a orar, por la tarde, ante el Señor. Algunas veces me duermo un poquito; esto es verdad, porque un poco el cansancio del día te adormece. Pero Él me entiende. Y siento tanto consuelo cuando pienso que Él me mira.
Nosotros pensamos que debemos rezar, hablar, hablar, hablar... ¡no! Déjate mirar por el Señor. Cuando Él nos mira, nos da la fuerza y nos ayuda a testimoniarle —porque la pregunta era sobre el testimonio de la fe, ¿no?—. Primero «Jesús»; después «oración» —sentimos que Dios nos lleva de la mano—. Así que subrayo la importancia de dejarse guiar por Él. Esto es más importante que cualquier cálculo. Somos verdaderos evangelizadores dejándonos guiar por Él.
Pensemos en Pedro; tal vez estaba echándose la siesta y tuvo una visión, la visión del lienzo con todos los animales, y oyó que Jesús le decía algo, pero él no entendía. En ese momento llegaron algunos no-judíos a llamarle para ir a una casa, y vio cómo el Espíritu Santo estaba allí. Pedro se dejó guiar por Jesús para llevar aquella primera evangelización a los gentiles, quienes no eran judíos: algo inimaginable en aquel tiempo (cf. Hch 10, 9-33). Y así, toda la historia, ¡toda la historia! Dejarse guiar por Jesús. Es precisamente el leader, nuestro leader es Jesús.
Y la tercera: el testimonio. Jesús, oración —la oración, ese dejarse guiar por Él— y después el testimonio. Pero desearía añadir algo. Este dejarse guiar por Jesús te lleva a las sorpresas de Jesús. Se puede pensar que la evangelización debemos programarla teóricamente, pensando en las estrategias, haciendo planes. Pero estos son instrumentos, pequeños instrumentos. Lo importante es Jesús y dejarse guiar por Él. Después podemos trazar las estrategias, pero esto es secundario.
Finalmente, el testimonio: la comunicación de la fe se puede hacer sólo con el testimonio, y esto es el amor. No con nuestras ideas, sino con el Evangelio vivido en la propia existencia y que el Espíritu Santo hace vivir dentro de nosotros. Es como una sinergia entre nosotros y el Espíritu Santo, y esto conduce al testimonio.
A la Iglesia la llevan adelante los santos, que son precisamente quienes dan este testimonio. Como dijo Juan Pablo II y también Benedicto XVI, el mundo de hoy tiene mucha necesidad de testigos. No tanto de maestros, sino de testigos. No hablar tanto, sino hablar con toda la vida: la coherencia de vida, ¡precisamente la coherencia de vida! Una coherencia de vida que es vivir el cristianismo como un encuentro con Jesús que me lleva a los demás y no como un hecho social. Socialmente somos así, somos cristianos, cerrados en nosotros. No, ¡esto no! ¡El testimonio!
Plaza de San Pedro, sábado 18 de mayo de 2013