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CUARESMA... VIVIR COMO HIJOS DE LA LUZ

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«...Vivid como hijos de la luz» (Ef 5,8).

Mientras escribo esta breve aportación para compartir en este tiempo de Cuaresma, vienen a mi memoria los rostros de muchas personas que se sienten en tinieblas... Lloran desconsoladas, sumergidas en dolor, angustia y miedo.

Aquí, en México, en la caótica ciudad de Tuxtla Gutiérrez, mucha gente padece el pecado y las tremendas consecuencias del mismo: Violencia, dentro y fuera de los muros, calles atascadas de hostilidad, miradas que desconfían unas de otras, crispación, contaminación, degradación y corrupción por todas partes; en lo público y en lo privado. Nuestro principal sufrimiento no es tanto la pobreza como la corrupción, que engendra inseguridad y miedo, alimenta el insaciable egoísmo y aumenta la impunidad de quienes, descaradamente, abusan de su poder, su puesto público o sus influencias. Tinieblas de quienes sienten mucha indignación ante los flagrantes abusos y también mucho miedo de denunciar y sufrir las consecuencias. Tinieblas de impotencia ante las impotentes autoridades que, algunas veces, nos parecen ajenas al sufrimiento de los más desfavorecidos. Tinieblas en colores que se difunden por medios de comunicación para engordar la estulticia y hacer más y más torpe a mucha gente, embrutecida por lo que les impone la televisión. Tinieblas de quienes se saben siempre vencidos ante las personas enriquecidas, las poderosas, las que tienen armas y recursos para costearse la seguridad, los servicios y cualquier privilegio...

Y aún con todo ello, comparto con esperanza la misma proclamación: ¡Vivamos como hijos e hijas de la luz! Hijos e hijas de Dios misericordioso, tierno sin límites y poderoso en el amor. Hijos que siguen creyéndole a la propuesta de Jesús y que apuestan, unidos en fraternidad, el todo por el Reino aquí y ahora. Fuertes, no por nuestra fuerza o poder sino por la comunión desde la debilidad, por la solidaridad que, aunque en lo pequeño y aparentemente pobre, es capaz de grandes proezas de amor.

Trabajo en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, entre otras cosas, como responsable de la Pastoral Juvenil Vocacional. Cada día aprendo a ser hermano y acompañar a los adolescentes y jóvenes que quiero tanto. Desear con pasión ayudarles en todo lo que pueda a que descubran y vivan felices su vocación cristiana. Me conmueve contemplar y escuchar con atención sus tinieblas y su luz; sus preguntas, inquietudes, clamores, enojos, miedos y dolor... Sus anhelos, amores y sonrisas... Porque, aunque sumergidos en tan espesa tiniebla, siguen siendo capaces de sonreír, soñar y contagiar a Dios.

A nadar se aprende nadando, y a vivir como hijos de la luz se aprende siendo. Estos(as) adolescentes y jóvenes lo son... Son luz cuando se esfuerzan diariamente para sacar adelante sus estudios y tareas, en medio de tanta adversidad. Son luz en la fortaleza con la que buscan la vida, suya y de los demás. Son luz cuando, a pesar de sentirse tan cansados, se acercan a dar algún servicio o a celebrar. Son luz cuando oran con tanto cariño a Dios, aún con todas sus dudas y preguntas. Y para mí son luz cuando siento su confianza en mí, su hermano sacerdote... Son luz en esta oscuridad.

Confío en estos rostros y corazones jóvenes, y tengo la certeza de Dios en cada uno de estos espíritus y, por medio de ellos, cerca de nosotros siempre. Muchas veces me toca enseñarles con paciencia, corregirles o explicarles, ponerles límites o provocar sus preguntas y reflexiones, animarles o asesorarles o bien, compartirles narraciones, ideas y run runes...

Con ellos me gusta reírme y bailar, cantar y hablar, soñar y reflexionar, jugar y caminar... vivir... Quiero apasionar sus corazones... Les quiero y quiero hacer cuanto pueda para que descubran la pasión por la vida, por la humanidad y la justicia. Que despierten y se den cuenta de que pueden ser parte de otra manera y de otra realidad. Que pueden ser voz y pueden transformar, pueden unirse, unirnos y devolverle rostro humano a la sociedad... Pueden vivir como hijos de la luz, porque son luz y la luz divina habita siempre en su corazón.

Por estos(as) jóvenes oro feliz y esperanzado:

Dios poderoso en el amor, que estás siempre cerca;

Tú conoces lo más hondo de nuestro ser,

Conoces y comprendes nuestro corazón.

Por tu inmensa compasión, nos llamas a ser luz.

Tú eres la luz que nos infunde vida y anima todo lo que es.

Por tu cariño sin límites, nos llamas "hijos".

¡Somos hijos tuyos, somos hijos de la luz!

¡Despierta nuestro espíritu y concédenos vivir siendo luz para los demás!

Disipa nuestras tinieblas, que nos impiden ver con realismo, aceptar con serenidad y abrazar con compasión la realidad, para colaborar en tu constante creación.

Ábrenos la mirada, despierta nuestra conciencia fraterna en todo el cosmos... Y que seamos luz.

Por tu bondad, cuida y alienta a tu pueblo sacerdotal.

Así sea


Rogelio Cárdenas, msps

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