DESDE BELÉN DE JUDÁ
Vicente MartínezFelicitación Navideña
(La firma "José, Carpintero de Nazareth")
A nuestros familiares de La Humanidad.com
Queremos compartir con todos vosotros, y si posible fuere con el universo entero, nuestro inmenso gozo y el de los ángeles que entonaron el gloria del venturoso acontecimiento, en la carpa estrellada de Belén.
La cosa no fue fácil, como ya sabéis: overbooking en la villa y... portazo al canto en cuantas posadas demandamos acogida. Improvisado paritorio de urgencias en una humilde cueva de pastores; un padre en funciones de solícita partera; y luego, aunque con desmedido retraso, tres Magos de Oriente –bastante "desorientados" por cierto- desmañados para adivinar por donde andaba esa noche la estrella: ¡Qué falta de profesionalidad!
Más compasivos fueron con nosotros el buey y la mula que, con generosa paciencia y desmedido celo, hicieron horas a destajo sin contrapartida salarial de pienso alguno. La calefacción animal de su templado respirar funcionó a pleno rendimiento y satisfacción nuestra, en el establo.
No sabemos lo que será de este niño el día de mañana pero a María, que guarda todas estas cosas en el corazón, le da el pálpito que va a ser algo grande: por ejemplo, plenamente divino por plenamente humano. Así todos le podrán imitar y sentirle muy próximo, como le estamos sintiendo nosotros.
A este respecto, no os dejéis seducir por las maravillas que Lucas y demás cronistas de la época han relatado de él y del evento. El amor es ciego y casi todos se han empeñado en narrar la manifestación de signos extraordinarios, similares a los atribuidos a decenas de personajes famosos que le precedieron en los anales de la historia. Lo importante aquí no es el relato sino el meta-relato -perdón por el exabrupto-: no el signo sino lo significado, lo que quiere decir el signo. (Disculpad estas últimas disquisiciones, pero las he aprendido a hilvanar cuando, en mis días de obligado paro en la carpintería, me pregunto por el sentido de mi trabajo y de mi vida).
En cuanto a la futura profesión de nuestro hijo, a mí me gustaría que continuara la tradición familiar en el taller que tenemos montado en Nazareth. Pero me da que no se va a contentar con trabajar como yo en la madera y en alguna que otra emergencia de todo orden en casa de nuestros convecinos. Posiblemente no se resigne a los quehaceres domésticos y más bien se apunte al nobilísimo oficio de artesano de hombres. Diseñará patrones de vida que él implantará en la suya, y todos podrán copiar y desplegar luego. Serán modelos abiertos que, a partir de pautas de valor universal, cada uno podrá replicar en formato de la época y cultura que le haya tocado vivir. Yo he podido comprobar que los romanos no visten igual que nosotros los judíos y, sin embargo, sus indumentarias les sientan igualmente bien.
Os deseamos toda la felicidad que nuestro primogénito nos ha traído a nosotros. Y nos place muy mucho compartirla con todos vosotros, con vuestros familiares y con cuantas personas de buena voluntad -que sin duda lo son todas- existen en el mundo entero.
También os deseamos que descubráis dentro de vosotros la misma filiación divina que Jesús descubrió dentro de sí -¡qué reveladora epifanía!-, identificándose con el Dios de nuestro padre Abraham y con el de todos cuantos, desde que el mundo es mundo, le han rendido amor –disfrazado de temor a veces- admiración y pleitesía. Pues está claro –y en esto discrepamos de nuestros antepasados profundamente los tres- que Dios lo es de todos o no lo es de ninguno.
(Observación: Estas ideas las saqué de mis reflexiones personales al leer la Biblia. Espero que también a vosotros os dejen pensar libremente y no suceda como aquí en la sinagoga, donde los sacerdotes no toleran que te apartes ni un ápice de lo que ellos dicen. En menos que canta un gallo te mandan al Sheol. Ya sabéis, al infierno).
Un día de éstos llevaremos al niño al Templo. Somos fieles judíos y nos gusta seguir nuestras tradiciones. Como les gusta a los de Samaria y a los de todos los pueblos seguir las suyas.
Le llamaremos Yeshúa, que en arameo quiere decir «Yahvéh es Salvación»: porque Dios salva a todas sus creaturas en el mismo acto –un acto eterno- en que los crea. También a nuestro pequeño Yeshúa, en cuyo nombre y en el nuestro os felicitamos efusivamente, entrañables humanos, tan singulares fiestas.
Un cordial y ecuménico abrazo a todos desde Belén de Judá.
Vicente Martínez