FILIPENSES 1, 20-27
FilipensesCristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
Pero si el vivir en esta vida mortal significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger... Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en esta vida es más necesario para vosotros.
Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Según Hechos 16, Filipos, en Macedonia, fue la primera ciudad europea visitada por Pablo, quizá la primera ciudad europea en recibir la Buena Noticia (hacia el año 49).
Allí se formó una comunidad cordial y generosa, que fue siempre muy querida por Pablo. La carta, escrita hacia el año 59 y probablemente desde Éfeso, se escribe para acompañar a un mensajero de Pablo, Epafrodito, y anunciarles que les va a enviar a Timoteo.
Se aprovecha la ocasión para hacer una serie de consideraciones personales, pues Pablo está al parecer preso y se explaya con los de Filipos ("para mí la vida es Cristo y morir es ganancia").
Sin gran unidad, la carta tiene pasajes muy bellos, y muy conocidos por su uso en nuestra Eucaristía.
Hoy leemos un magnífico texto, que nos muestra algo del alma mística de Pablo, enamorado de Jesús y ansioso por verle, por estar con Él.
Esta misma idea "Deseo ser liberado y estar con Cristo" está presente en Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola... en fin, de todos aquellos que, enamorados de Jesús, suspiran por el día en que puedan encontrarse, finalmente, cara a cara con Él.
Es un magnífico mensaje, muy especialmente para nosotros, que vemos generalmente la muerte con tanto recelo y, desde luego, más como algo temible que como un encuentro definitivo y feliz con Dios.
Para releer el comentario de José E. Galarreta, pincha aquí