LA LEY VS. LA MISERICORDIA
Felix Jiménez TutorMi ordenador, vacunado contra la pornografía, me asustó cuando quise imprimir un artículo que contenía la palabra homosexualidad y, con música y todo, me espetó: "Acceso Denegado. Porn".
Llamé a un experto, exorcista de demonios virtuales, que me liberó e iluminó la pantalla.
Todo lo relacionado con el sexo, incluido el lenguaje, sigue siendo tabú. Pecado, verdadero pecado, es todo lo relacionado con el sexto mandamiento. Todo eso que los manuales de moral, de un ayer lejanísimo, escudriñaban meticulosamente para entrenar a los pirómanos del confesionario.
Es justo y es necesario recordar que el primer día de la creación, la primera bendición que Adán y Eva escucharon de los labios de Dios fue: "Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla".
Dios no sólo bendijo el sexo sino que lo inventó para gozo de los hombres y mujeres y para poblar la tierra.
"God loves sex" reza una valla a la entrada de una iglesia, no es publicidad, es una verdad más grande que el templo que la exhibe. La bendición de Dios vale más que todas las prohibiciones humanas.
En el Sínodo de los obispos, sinfonía inacabada, work in progress, los obispos escucharon a Ron y a Mavis Pirola, Adán y Eva del siglo XXI, venidos a Roma desde el Edén de Australia.
El sexo, dijeron a este jurado imposible, ha hecho que nuestro matrimonio haya durado 55 años y añadieron: "El matrimonio es un sacramento sexual y alcanza su plenitud en la relación sexual".
Yo les digo a los que se casan que firmar unos papeles al finalizar la ceremonia vale para la foto y poco más, la verdadera firma del matrimonio es la que se echa cada noche, la del sexo.
Ron y Mavis recordaron también a la asamblea de supuestos eunucos por el reino que sus documentos, sus discursos y sus sermones están escritos en un lenguaje de "otro planeta" que nada aportan a la experiencia matrimonial.
Dos semanas de Sínodo y dos semanas de discusiones acaloradas, todos hablaron, los cardenales curiales más y más dogmáticamente, alguno como investido del don de la infalibilidad, sus palabras ahí quedan recogidas para la historia.
Francisco sabe quiénes fueron a repetir lo de siempre, a cantar el 'no nos moverán', a invocar La LEY y a meter miedo a los que quieren novedades. ¡Y pensar que la única novedad del evangelio de Jesús es la novedad de la MISERICORDIA!
Dios, -Francisco también- no tiene miedo a la novedad, pero algunos obispos insensibles a los signos de los tiempos prefieren la paz del cementerio.
God loves sex. Los obispos en su primer documento, calificado de "terremoto" por la novedad del lenguaje, abría la esclusa de la Misericordia a los que viven en "situaciones irregulares", a los que "viven en pecado" y a los homosexuales. Lenguaje de violencia insultante que hay que enterrar.
A estos católicos hay que darles la bienvenida porque tienen dones y cualidades preciosas y porque "las uniones de hecho en las que las parejas viven juntas en fidelidad y amor presentan elementos de santidad y verdad". Canto de amor misericordioso de los "abiertos" a lo nuevo.
Del terremoto de este primer documento inesperado sólo quedan vibraciones que el sismógrafo vaticano ya no detecta.
"Eso no significa que esos párrafos sean rechazados sino que aún queda mucho camino por recorrer", comenta el portavoz vaticano.
El párrafo sobre la atención pastoral a las personas con una orientación homosexual, pastoral de acogida respetuosa y delicada, no ha pasado el corte por cuatro votos.
El proceso a seguir con los divorciados recasados para llegar a la comunión sacramental también fue rechazado.
En los sínodos del pasado todo estaba escrito, no drama, no fuegos artificiales, los obispos, acólitos del Vaticano, aplaudían la restauración de Benedicto XVI y la claridad doctrinal de Juan Pablo II y nos dieron el Catecismo del 1992, un Astete más gordo y más indigesto.
El Sínodo de Francisco ha sido un ejercicio de verdadera colegialidad.
Los obispos han levantado la voz, se han quejado, se han escuchado y seguro que Francisco ha escuchado muchas cosas que no le han gustado.
Lo grande de este Sínodo es que nada está cerrado. Las espadas envainadas esperan, el drama continúa.
Félix Jiménez Tutor