ANHELO Y PLENITUD
Enrique Martínez LozanoMc 1, 7-11
Las primeras comunidades quieren marcar las diferencias entre Juan y Jesús. Por ese motivo, ponen en boca del Bautista el contraste entre el "bautismo con agua" y el "bautismo con Espíritu Santo".
El primero haría referencia a un rito simbólico, en el que se expresaría la voluntad de la persona –sumergida y emergida del agua- de "nacer de nuevo", limpia y renovada. El segundo tiene un color de gratuidad y expresa la comunicación de la misma vida divina por parte del Espíritu. Aquel simbolizaría el anhelo de la persona y su afán de renovación; este otorgaría la Vida en plenitud.
Más allá de los contrastes que la mente establece, sobre todo en ambientes de polémica donde se ponen en cuestión los intereses del ego, la realidad es que todos somos, a la vez, anhelo y plenitud. O mejor, somos plenitud que percibimos como anhelo.
El anhelo no es un mero deseo. Se trata del dinamismo profundo que, reconocido o no, nos sostiene en todo momento y nos impulsa hacia adelante: es el dinamismo de la Vida que, en último término, constituye nuestra identidad. Al percibirlo y secundarlo, nos situamos ya en la dirección adecuada. Pero la trampa consistiría en reducirnos a él y proyectar, en un futuro imaginado, la plenitud que constituye su objeto.
La verdad es que somos ya plenitud, que se expresa en una forma concreta. Al acallar la mente y poner atención, experimentamos que somos Vida, sin comienzo ni final, habitada de un dinamismo no diferente de ella misma, por el se despliega en infinidad de formas.
La actitud sabia consiste, por tanto, en percibir el anhelo –aunque incluso en un primer momento aparezca superficialmente bajo forma de ansiedad- como llamada a nuestra fuente, invitación a "volver a casa", reconocernos como Vida en plenitud.
Juan Carlos Savater lo expresa con estas palabras: "Anterior a la idea de ser tal o cual persona, anterior a cualquier tipo de razonamiento o pensamiento, hay una innata «certeza de ser». Una desnuda o pura consciencia que es y sabe que es. Esta es siempre, no la mayor, sino verdaderamente nuestra única e incuestionable certeza".
Empezaba hablando de diferencias y contrastes. También eso tiene su lugar en el mundo de lo relativo (el mundo de las formas). Sin embargo, en el plano profundo, el cielo siempre ha estado "rasgado", la "paloma" creadora siempre ha estado aleteando y en lo profundo de nuestro corazón siempre ha habido una voz que nos recordaba: "Tú eres mi hijo/a amado/a".
Enrique Martínez Lozano