JUEVES SANTO
Miguel Ángel MesaCuando me arrodillo
a vuestros pies, no pienso
en cómo sois,
ni cuáles vuestros defectos,
o cuánto amor
derrocha vuestro corazón.
Sólo sé que estáis
cansados del camino,
que el agua templada
calmará vuestra impaciencia,
que el polvo de los rencores
y enfrentamientos caerá
suavemente en el olvido.
¿No deberá ser así
entre nosotros?
En la mesa,
cuando el hambre de pan y justicia
se hace presente en vuestras
palabras y compromiso,
el brillo de mis ojos
se hace palpable
en los vuestros.
No puedo hacer otra cosa
que partir mi cuerpo
para ser vuestro alimento
y que mi sangre corra
a raudales por vuestras venas.
Cuando os escucho reír
y ardo de amor
en vuestros abrazos,
nace el recuerdo
y pienso que la amistad
es lo más delicioso que hay
en la vida de una persona.
Lo digo por experiencia.
Si esta noche
renováis el corazón con
un leve movimiento
de humilde amor,
mi presencia habrá sido eficaz.
Si no fuera así,
permaneceré esperando,
–os doy mi Palabra–
hasta mañana.