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ÉXODO 22, 21-27 / TESALONICENSES 1, 5-10

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Domingo 30 tiempo ordinario


ÉXODO 22, 21-27

No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.

No vejarás a viuda ni a huérfano. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos.

Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigiréis interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo.

El Libro del Éxodo muestra un avance, aún sumamente lejano, de la universalidad del mensaje de Salvación y del Mandamiento del amor. Es notable, de todas maneras, la superioridad de la legislación de Israel sobre otros pueblos, que nosotros consideramos más "civilizados", en el tema de la opresión de los débiles: la prohibición de prestar con interés, la remisión periódica de deudas, el descanso del sábado...

El texto pertenece a la tradición "Elohista", por lo que podemos suponerle una antigüedad notable ( ¿redactado hacia mediados del siglo VIII a.C.? ). Esto nos hace ver que ya en aquellos remotos tiempos Israel ha entendido mucho más que otros pueblos acerca de Dios y del ser humano. Dios protector de los pobres aun en contra de los poderosos es una mentalidad que no existe en ninguna religión de la época, y es una buena muestra de eso que llamamos "inspiración", es decir, la presencia de La Palabra en los escritos de Israel. Es una de las líneas del Antiguo Testamento que llegan a su plenitud con Jesús.

La formulación de la relación Dios-hombres como amor es también característica de Israel. El amor de Dios por su pueblo se formula ya en textos antiguos, ya desde el libro del Génesis, y se expresa plenamente en las Teofanías del Éxodo:

"Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente,
tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad,
que mantiene su amor por millares..."

Y es ésta una singularidad importante de la fe de Israel, anuncio lejano de la plena revelación de Jesús: Dios es "El Salvador", "Dios es Abbá", con toda la revolución de valores religiosos que supone y conocemos bien.

Pero la respuesta del hombre a Dios como amor es aún más tardía. No se encuentra en Génesis ni en Exodo. Hay que acudir al Deuteronomio (6,5; 10,12) y a textos posteriores. Aún más rara es la expresión de amor al prójimo. Hay muchos "mandamientos" de justicia, de piedad... y pocas veces se alcanza la palabra amor en referencia al prójimo. Se encuentra por primera vez en Levítico 19,18, y 19,34, y no se vuelve a encontrar hasta el Nuevo Testamento.

 

TESALONICENSES 1, 5-10

Sabéis cómo nos portamos entre vosotros para vuestro bien.

Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir.

Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.

Seguimos leyendo textos de cartas de Pablo, sin demasiado orden y como siempre sin conexión con los otros dos textos. Este fragmento no es más que una alabanza de Pablo a los cristianos de Tesalónica, hasta el punto de llamarles "modelos para todos los creyentes de Macedonia y Acaya".

Pero nos sirve también para vislumbrar el sistema de propagación de la fe: un "apóstol" (enviado por una comunidad) predica en una ciudad, consigue unas conversiones, la iglesia que se forma se robustece e inmediatamente se preocupa de su misión: anunciar el evangelio a otras ciudades vecinas.

Es verdaderamente acertada la definición que se usa para estas iglesias: "apostólicas", es decir, que se sentían con una importante misión: transmitir el evangelio que ellas mismas habían recibido. Es algo esencial, para todas las iglesias y para todos los que queremos seguir a Jesús.

 

José Enrique Galarreta, S.J.

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