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CARTA DESDE KIBERA (KENYA)

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Estimados amigos de Fe Adulta.

Habari Senu.

Soy asiduo lector de su página. Me sirven día a día sus múltiples reflexiones y enlaces. Junto a Koinonía, creo que Fe Adulta significa para mí, un espacio de formación, reflexión y oración.

Soy venezolano, actualmente trabajando en Kenya como asociado de la SME (Sociedad de Misiones Extranjeras de Québec). Eloy Roy es de mi comunidad, aunque no hemos tenido aún la dicha de encontrarnos, pues él vive en Canadá y yo trabajé un par de años en Honduras y Centroamérica antes de venir a Kenya.

Quisiera contarles parte de mi experiencia...

Algunos días a la semana voy al barrio Kibera. Es un barrio de invasión, con casos de gran pobreza, escandalosos... En Kibera abundan situaciones de dolor, y de miseria. Pero también de vida, no puedo negarlo. En medio de la basura, nace la flor. Hay gente solidaria. Hay gente que vive en esperanza.

En la parta alta de Kibera, porque está situado como en un valle, pasa el tren. A veces camino a través de los rieles del tren cuando me dirijo a la Parroquia Christ the King. Y pienso en eso, en el camino, en lo que el tren de la vida significa para esta gente.

En Kibera no hay agua potable, y los servicios sanitarios... bueno, ¡ni qué contar! Las aguas negras corren por doquier. Las estadísticas sobre la población de Kibera no son muy claras. Algunos dicen que viven allí alrededor de de medio millón de personas. Otros dicen que un millón e incluso un poco más. El problema con las estadísticas y las encuestas depende mucho de los que las han encargado; depende de a quién favorezca o a quién no.

A un extremo de Kibera hay un gran campo de golf, cercado por enormes y gruesas paredes. Pero cuando vas caminando por los rieles del tren, en la parte alta, puedes ver el campo de golf, regado todos los días con agua, la grama está verde, y las flores y árboles son altos.

Cerca de Kibera hay una gran urbanización también. Las mujeres de kibera son seguramente las que planchan, lavan, cocinan y cuidan los niños y niñas de la gente que vive en estas urbanizaciones. Y los papas de kibera son los que lavan los autos, limpian las calles, botan la basura.

El campo de golf está siempre limpio, y muchas veces veo pasar tres o cuatro personas a lo lejos, muy lejos. Pero Kibera no está tan lejos, está ahí a nuestro lado... (De hecho, lamentablemente hay muchas KIBERAS en el mundo...)

Todas estas situaciones abren mis ojos, y le pido a Dios que continúe dándome vista. No se trata de no tener campos de golf, o de no tener viviendas dignas, o carro, o moto... O una gran casa con jardines llenos de rosas. No se trata de que la riqueza sea mala. Se trata de que la riqueza es injusta cuando genera pobreza y exclusión. Se trata de que la riqueza hay que repartirla, y distribuirla equitativamente. Y no con la justicia de nuestros intereses, sino con la justicia que perseguía Jesús de Nazareth.

Muchas de estas personas de Kibera tienen trabajos fuertes, pero les pagan una miseria... y aparte de eso, son utilizados por los empresarios, políticos, e incluso por nosotros, la gente de Iglesia. Muchos de nosotros, jamás rompemos ese círculo vicioso de la caridad sin justicia y sin misericordia. Y ese es un gran problema.

¿Por qué os cuento esto? Porque en Kibera trabajan muchas organizaciones, ONGs, grupos de Iglesia... Pero en vez de generar libertad, humanidad, conciencia, y justicia, generan dependencia, servilismo, adulación y más pobreza. Por eso le pido a Dios me dé ojos avizores, claros, para discernir lo justo de la sensiblería, la humanidad de las falsas esperanzas.

No digo que no existan grupos realmente fieles al Evangelio (aún sin conocerlo), que abogan por la paz, la justicia, la fraternidad, la promoción humana, y que lo hacen desde el empoderamiento y la humanización del pobre (que no del "pobrecito"). Sí, hay muchos grupos así.

En esta hora de indignación, también me indigno ante la caridad sin justicia, ante el amor sin esperanza. Podemos hacer de los pobres "etiquetas", sloganes sin contenido. Podemos enarbolar banderas para los pobres, pero sin contar con ellos. Hacer proyectos para ellos, sin ellos... sólo por nuestro beneplácito y auto-idolatría.

Que la indignación toque nuestras comodidades, y nos mueva a pensar diferente. Jesús fue un gran indignado. Le indignó la desigualdad, la injusticia, la exclusión y la explotación de las masas "que vivían sin pastor".

Le indignó esa religión sin Dios, moralista, pesimista, y esclavizante de cultos, normas y ritos vacíos de vida. A Jesús le indignaron los fatalismos, las censuras, y las desgracias que los poderosos fabrican para los pequeños y desvalidos....

Si el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús, no nos incomoda... Si esa Buena Nueva no nos mete prisa ante las injusticias y desigualdades... entonces, es que no hemos entendido ni un punto de su Mensaje.

Con afecto de hermano...

 

Pedro Emilio Ramírez Ramos

Quebec Foreign Mission Society

http://franteresteinstein.blogspot.com

P.O.Box 21654,00505 Ngong

Nairobi, Kenya, East Africa

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