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MORIR EN PARÍS (II)*

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Los hechos: Cuando desde aquí apenas ya se percibía el eco de las muertes en Charlie Hebdo - 7 de Enero pasado-, estalla de nuevo, y con crecido sonido, la tragedia en París. En los primeros momentos 129 muertos, después 132. Y al lado muchos heridos, algunos de gravedad. Es una barbaridad. El número, pero sobre todo el hecho. Y es también un sinsentido: morir cuando estás disfrutando de una velada musical, o tomando un café o una cerveza en la terraza de un bar, estando en plenitud de salud..., sólo porque un loco te dispare un tiro o te suelte un bombazo. No conducías a gran velocidad, ni hacías un deporte de riesgo..., sólo disfrutabas, simplemente, de un tiempo de ocio, seguramente muy merecido después de una semana de trabajo. En aquel ámbito todo lo sucedido parece fruto de un sistema caótico. Todas las leyes, las obligaciones y los derechos humanos, han saltado en añicos.

No mezclemos las cosas. Por un lado están los muertos, esos y no otros, fruto del azar. Pero no sucede lo mismo en cuanto a los asesinos, DAESH, o a las armas que llevaban. Puede que todo esto tenga su origen en la necesidad, quizás sea consecuencia inevitable de un determinado entramado político-económico que produce inexorablemente tales efectos. Habría que conocer bien el papel del Islam que el terrorismo de DAESH utiliza para cubrirse. Un fundamentalismo extremo, fruto de una interpretación que rechaza la mayoría de los musulmanes. Pero sobre todo es decisivo saber quiénes sostienen a DAESH, de dónde provienen sus recursos económicos, a quién compran las armas y quiénes son los que las producen, los negociantes inmediatos y en origen. Todos estos factores tienen una especial responsabilidad en el funcionamiento de esta máquina de terror que produce muertes tan indiscriminadamente.

¿Orden o Desorden? Tratando yo de comprender el porqué de estos hechos, los destrozos humanos fruto de la violencia que nos hacemos unos a otros, recurro a lo que ya son en mí estructuras éticas sólidamente interiorizadas. En la raíz de la mayor parte de los problemas humanos sociales –que incluyen los ecológicos- están unas determinadas estructuras económicas y unas personas que las manejan, siempre en favor de los intereses de unos pocos. Entiendo que el funcionamiento de todo el sistema gira en torno a un eje: el mercado, regulado principalmente por una ley que marca el fin principal de la actividad económica (financiera y productiva): conseguir el máximo beneficio en el tiempo más corto posible. Aquí pongo yo, cuando los que manejan los hilos lo hacen con libertad plena, el origen de todo el desorden social. En la base, pues, está la ideología neoliberal hoy globalizada. Para poder conseguir el Gran Objetivo del Máximo Beneficio no hay otro camino: bajar los salarios, tener menos obreros y hacer que trabajen más. Además, por otra parte, reduciendo lo más posible el coste de las materias primas: petróleo, coltán, cobre, oro, madera... etc. Todo ello nos lleva a la explotación de las personas y de los países, a la pobreza de la mayoría, como consecuencia de una injusticia institucionalizada. Es el Desorden Establecido, la violencia original, que engendra una espiral de violencia.

La paz es obra de la justicia. Es necesario un Nuevo Orden económico. Igual que es imprescindible poner coto al neoliberalismo. El Estado tiene que proteger a sus gentes de la voracidad de los ricos. Al beneficio obtenido de la actividad productiva o financiera hay que ponerle un límite. Los salarios y los precios de las materias primas no pueden estar regulados por la ley de la oferta y demanda como una cosa más del mercado. La actividad financiera debe ser sometida a leyes estrictas que posibilite el control de este sector tan poderoso. Lo natural del sistema económico capitalista, movido por la obtención del máximo beneficio, es la rapiña. Así unos se enriquecen mucho y otros se empobrecen más. El engranaje que mueve este sistema está constituido por un cúmulo de injusticias enlazadas unas a otras en todo el mundo y la conculcación de los derechos universales de la persona. Esta es la violencia que está en el origen de la espiral de tanta violencia que hay en las sociedades de hoy. Si queremos una paz estable, trabajemos por la justicia y por el respeto de todos los derechos humanos. Esta es una parte importante de la solución.

Ampliar el horizonte. Con toda razón nos desgarran el corazón los asesinatos de París. Pero es un dolor que se añade al que nos acompaña cada día a todos cuantos somos sensibles a las situaciones inhumanas que se dan en el mundo: los que viven la angustia del hambre y de las enfermedades sin atender, que tantas muertes injustas producen, los inmigrantes y refugiados a quienes se les cierran las puertas -¡y de qué manera!- de los países a donde llegan. Nos duelen sobre manera los niños esclavizados para enriquecer a otros, los inmensos campos con miles de refugiados. Nos duelen todas las muertes de tantas guerras que hay... Nos duele ver a niños y mayores rebuscando en los basureros para subsistir, a los que habitan hacinados en viviendas insanas, desprotegidas, casi a la intemperie... Nos duele todo el dolor de los empobrecidos de la Tierra. Por el sentido de la especie en el que algunos hemos sido educados, que nos hace sentirnos "prójimos" de todos los hombres y mujeres del mundo. La fe, que en muchos orienta nuestra vida, hace que esta "simpatía" universal se convierta en fraternidad. El dolor humano se hace más profundo, no conmueve más y nos incita a comprometernos en el quehacer de un mundo mejor.

 

José María Álvarez. Noviembre 2015

*Morir en París.http://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/5882-morir-en-paris.html

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