EL BIEN VENCE SIEMPRE, A PESAR DE LA PREPOTENCIA DEL MAL
Papa FranciscoEl Papa ha invitado a hacer un examen de conciencia sobre los acontecimientos de 2015 y ha tenido un recuerdo especial para los refugiados, al tiempo que ha afirmado que, a pesar de la "prepotencia del mal", el bien vence "siempre", durante la homilía de la misa de las Vísperas y el tradicional canto del himno del 'Te Deum'.
"No podemos olvidar que muchos días han estado marcados por la violencia, la muerte y el sufrimiento indecible de tantos inocentes, de refugiados obligados a abandonar su patria, de hombres, mujeres y niños sin una morada estable, sin comida y sin sustento", ha defendido Francisco durante la homilía en la basílica de San Pedro.
El Pontífice ha llamado a comprobar si los acontecimientos del mundo se han hecho "de acuerdo a la voluntad de Dios" o si por el contrario, se han guiado primordialmente por los proyectos de los hombres "a menudo llenos de intereses privados, de insaciable sed de poder y violencia gratuita".
ACTOS DE BONDAD, AMOR Y SOLIDARIDAD
En la solemne ceremonia de agradecimiento por la conclusión del año que se celebra cada 31 de diciembre, Francisco también ha mencionado los "grandes actos de bondad, de amor y solidaridad" que han llenado los días del 2015. "Aunque no han sido noticias del telediario, estos gestos de amor no deben ser oscurecidos por la prepotencia del poder", ha señalado en este sentido.
Así, ha aseverado que "el bien vence siempre también en los momentos en los que aparece débil o escondido". Igualmente, ha señalado que la ciudad de Roma no ha sido "extraña" a estas actitudes y ha invitado a los fieles a "ir más allá de las dificultades del presente".
"Que el compromiso por recuperar los valores fundamentales del servicio, la honestidad y solidaridad permita superar las graves incertidumbres que han dominado el escenario de este año y que son síntomas de poco sentido de dedicación al bien", ha exhortado.
En la primera parte de su alocución, el Papa ha reflexionado sobre la misericordia en el contexto del Jubileo que comenzó el pasado 8 diciembre y que proseguirá hasta el 20 de noviembre de 2016. "En este Año Jubilar asumen una especial resonancia las palabras finales del Himno de la Iglesia: Que esté siempre con nosotros, Señor, tu misericordia porque de ti la esperamos", ha dicho.
También ha recalcado que la compañía de la misericordia es la luz para comprender mejor cómo se ha vivido y la esperanza que acompaña en el nuevo año. Finalmente, ha exhortado a los católicos a centrarse "en los signos particulares que Dios ha dado, para conocer de primera mano el poder de su amor misericordioso". (RD/Ep)
Texto completo de la homilía del Papa
¡Cuán lleno de significado es nuestro estar reunidos juntos para alabar al Señor al término de este año!
La Iglesia en tantas ocasiones siente la alegría y el deber de elevar su canto a Dios con estas palabras de alabanza, que desde el siglo cuarto acompañan la oración en los momentos importantes de su peregrinación terrena. Es la alegría del agradecimiento que casi espontáneamente emana de nuestra oración, para reconocer la presencia amorosa de Dios en los acontecimientos de nuestra historia. Pero, como sucede a menudo, sentimos que en nuestra oración no basta sólo nuestra voz. Ella tiene necesidad de reforzarse con la compañía de todo el pueblo de Dios, que al unísono hacen sentir su canto de agradecimiento. Por esto, en el Te Deum pedimos la ayuda a los Ángeles, a los Profetas y a toda la creación para dar alabanza al Señor.
Con este himno recorremos la historia de la salvación donde, por un misterioso designio de Dios, encuentran lugar y síntesis también los varios eventos de nuestra vida de este año transcurrido.
En este Año jubilar asumen una especial resonancia las palabras finales del himno de la Iglesia: «Esté siempre con nosotros, oh Señor, tu misericordia: en ti hemos esperado». La compañía de la misericordia es luz para comprender mejor cuánto hemos vivido, y esperanza que nos acompaña al inicio de un nuevo año.
Recorrer los días del año transcurrido puede ser como un recuerdo de hechos y eventos que llevan a momentos de alegría y de dolor, o como buscando comprender si hemos percibido la presencia de Dios que todo renueva y sostiene con su ayuda. Estamos llamados a verificar los acontecimientos del mundo que se realizaron según la voluntad de Dios, o si han escuchado principalmente los proyectos de los hombres, a menudo cargados de intereses privados, de insaciable sed de poder y de violencia gratuita.
Y, sin embargo, hoy nuestros ojos tienen necesidad de focalizar en modo particular los signos que Dios nos ha concedido, para tocar con mano la fuerza de su amor misericordioso. No podemos olvidar que muchos días han sido marcados por la violencia, por la muerte, por el sufrimiento increíble de tantos inocentes, de refugiados forzados a dejar su patria, de hombres, mujeres y niños sin casa estable, alimento y sustento. Y sin embargo, cuántos grandes gestos de bondad, de amor y de solidaridad han llenado las jornadas de este año, ¡que no han sido noticias en los telediarios! Estos signos de amor no pueden y no deben ser obscurecidos por la prepotencia del mal. El bien vence siempre, también si en cualquier momento puede aparecer más débil o escondido.
Nuestra ciudad de Roma no es extraña a esta condición del mundo entero. Quisiera que llegase a todos sus habitantes la invitación sincera para ir más allá de las dificultades del momento presente. Que el compromiso por recuperar los valores fundamentales del servicio, honestidad y solidaridad permita superar las graves incertidumbres que han dominado la escena de este año, y que son síntomas de escaso sentido de dedicación al bien común. Que no falte nunca la aportación positiva del testimonio cristiano para permitir a Roma según su historia, y con la materna protección de María Salus Populi Romani, de ser intérprete privilegiada de fe, de acogida, de fraternidad y de paz.
«Nosotros te alabamos, oh Dios [...] Tú eres nuestra esperanza. No estaremos confundidos en eterno».