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GARANTIZAR LA DIGNIDAD DE LA PERSONA Y SUS DERECHOS, BASE Y META DE TODA POLÍTICA

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La persona no es de derechas ni de izquierdas

Comienzo por apuntar a la raíz donde acaso se encuentra el origen del árbol socioeconómico de la convivencia. Llevamos siglos clasificando a los ciudadanos en dos bandos: la Derecha y la Izquierda. Dos bandos desiguales, contrapuestos, irreconciliables, seguramente porque la historia ha ido tejiendo con esos dos hilos la suerte y el desarrollo de unos y de otros. Y tan pertinaz y cruel se ha mostrado esa figura que, llegada hasta nuestros días, no acertamos a salir de ella y nos resignamos a mantenerla como clave descifratoria de nuestra política. Y lo peor es que, sin nada que lo haya demostrado, no hay como clavarle a uno el sambenito de ser de derechas o de izquierdas para dejarlo irremisiblemente calificado.

Contra el sentir de esta historia, nuestra tesis es otra: la persona humana no es ni derechas ni de izquierdas, no nace inscrita en uno de los dos bandos, ni le corresponde por genética estar en la clase dominante o dominada y, en consecuencia, ser rica o ser pobre. Esa es una concepción de la convivencia darwinística, inspirada en el fuego de la estirpe, que condena a perpetuar la lucha de unos contra otros y descarta lo más propio del ser humano: su libertad, condicionada ciertamente, pero no atada al yugo de ningún determinismo, sea clase, edad, género, derecho, patria o religión.

Nosotros no caminamos como dos carriles de tren que nunca se encuentran, sino como railes que sustentan el redondo, complejo y armónico girar de una rueda. La humanidad avanza y descubre lo absurdo de un convivir enfrentado, innecesario y destructor, pudiendo ser fraternal y solidario, con ausencia de sufrimientos, frustraciones, retrocesos y pérdidas enormes.

No hay mayor falacia que la de reducir el ser humano a cosa, a valor de mercancía, despojándolo de su dignidad sagrada. Y esa dignidad es el motor que siempre funcionará cuando la perversión humana pretenda despreciar, explotar, someter o corromper esa dignidad.

La marca de todo ser humano es esa dignidad, inviolable, como inviolables son los derechos que de ella brotan, por más que una concepción neoliberal burdamente materialista busque encubrir o borrar esa marca.

Es esta, ni más ni menos, la base con que las Naciones Unidas quisieron proclamar una nueva época para la convivencia humana, individual y colectiva, tal como lo consigna en su artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportase fraternalmente los unos con los otros”. Cosa que nuestra Constitución española reafirma en su artículo 10: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”.

Criterio primordial de toda política

Dicho esto, deseo recalcar lo que debiera ser para todos criterio primordial a la hora de discernir y medir la autenticidad de toda política y, por supuesto, de todo poder económico, sea local, nacional o globalizado. Este criterio emerge de la entraña del ser humano, es universalmente válido y a él está subordinado todo modelo económico, revístase del nombre o color que se quiera.

La normativa de la Declaración de los Derechos Humanos y de la Constitución Española regulan nuestro orden socioecónomico y político. Es pura plasmación de lo que demanda la naturaleza de del ser humano:

1. Declaración universal de los Derechos Humanos

- “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración (Art. 2). En concreto,

-“Todos son igual ante la ley, y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley” (Art. 7).

- “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, a los recursos del Estado y la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad” (Art. 22).

-“Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social” (Art. 23).

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios” (Art. 25).

2. La Constitución Española

La Constitución Española ya en el Preámbulo declara que “La Nación española desea proteger a todos los españoles en el ejercicio de los derechos humanos”, para lo cual, reconociendo que “Todos los españoles son iguales ante la ley” (Cap. II, Art. 14), encomienda a los Poderes públicos “Promover las condiciones para que la libertad y la igualdad sean reales y efectivos” (Tít. Preliminar, Art.9). Entre esas condiciones están las de garantizar “El derecho al trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia” (Cap. II, Art. 35), “Promover una distribución regional y personal más equitativa” (Cap. II, Art. 40), y “Regular la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación y hacer efectivo el derecho de todos los españoles a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” (Cap. II, Art. 47).

Una práctica negadora de la dignidad y derechos humanos

Enunciados estos principios, alguien tendrá que explicarme el hecho de los desahucios en nuestro país, que han afectado en estos últimos cinco años a más de 350.000 familias españolas, ejecutados además impávidamente con requerimiento y anuencia de unos y otros responsables públicos. ¿Cómo, en nuestra Democracia, que se sustenta sobre un Estado de Derecho, han sido posibles las cruces sangrientas y deplorables de los desahucios?

Alguien tendrá que explicarme por qué la distancia entre pobres y ricos está agrandándose a un ritmo sin precedentes; por qué las 85 personas más ricas del mundo poseen una riqueza que equivale a la que suman los 4.000 millones de personas más pobres; por qué el 90 % de toda la riqueza producida en el mundo después de la gran crisis que se inició en el mundo en el 2007, se la han apropiado el 1 % de las personas más ricas de la Tierra; por qué hoy, las diez personas más ricas del mundo acumulan una riqueza de 217.000 millones de dólares; uno de ellos, Amancio Ortega ganó en 2011 más de 66 millones de euros diarios; por qué en España, entre 2002 y 2011, la riqueza media creció en un 40 %, pero el 25 % más rico la aumentó en un 40 %; los hogares intermedios en un 31 % y el 25 % más pobre la vió reducida en un 25 %.

Alguien tendrá que explicarme por qué en 1975 los asalariados recibían en España el 72 % de la renta nacional y en el 2013 el 62,2 %; por qué en la actualidad hay 731.000 hogares sin ingreso alguno y por qué en la legislatura del PP se ha destruido un 25 % del empleo juvenil; por qué la deuda que España tiene –la más descomunal e intolerable usura de la historia– sobrepasa al comenzar el 2015 un billón de euros.

El contraste enormemente contradictorio lo legislado y la realidad, nos confirma que el criterio para medir la autenticidad del ser humano –en su vida indiviual y colectiva- no es la clase ni el crecimiento económico sino el comportamiento que se guarda con respecto a la dignidad, el bien y los derechos de los demás, copia del que uno tiene respecto a la dignidad, el bien y los derechos de sí mismo : “Trata a los demás, como tú quieres que te traten a ti” (Regla de oro, de la ética universal).

Las elecciones del pasado 20 de Diciembre: salto hacia OTRA política

Han sido casi 40 los años desde los que se inició la transición española. Surgió una nueva situación de libertad, de derechos, de cooperación y de gobierno. Un período en que la sociedad española realizó notables cambios y logró implantar no pocos derechos que en la Dictadura no eran reconocidos.

En los últimos años, a partir sobre todo del 15 M, la conciencia ciudadana fue analizando que muchas de las actuaciones de los viejos Partidos PP y PSOE no correspondían a los anhelos de una mayor igualdad y justicia, ni al respeto de los derechos humanos grabados en la Constitución española.

La crisis económica no era casual sino causal. La letanía de abusos, fraudes, corrupciones, transgresiones e irregularidades de todo tipo era repetida casi a diario y tras ellas había unos Partidos que, en lugar de promover y mejorar la vida de los sectores más débiles y necesitados, los sumergía en un mayor empobrecimiento y desespero. Como recogía el Manifiesto “NECESITAMOS UN NUEVO GOBIERNO”, firmado por 20 intelectuales, “Una gran parte de la sociedad española no quiere seguir prisionera de un sistema económico que acrecienta sin cesar las desigualdades, ni esclava de una política despiadadamente injusta, patriarcal, discriminatoria y que atenta contra los principios y derechos básicos de nuestra Constitución”.

Tres partidos (PSOE, Podemos y Ciudadanos), doblaron los votos del PP, reclamaban cambio, regeneración política, reforzamiento de una democracia cada vez más amenazada y se proponían combatir la política europea de austeridad. Hemos crecido en prosperidad, medios y riqueza, pero esa riqueza los Gobiernos la han redistribuido a favor de los grupos sociales de mayor renta. Hay que avanzar hacia otro Gobierno, que se caracterizará por el cambio, los intereses generales, la defensa de nuestra soberanía frente a los intereses económicos, que propicie grandes acuerdos de Estado para combatir todas las manifestaciones de desigualdad, que ponga las bases para una nueva política económica, que frene el crecimiento de la deuda y no pague lo ilegítimo de ella, etc.

Pactar con quienes, dando por ineludible el cambio, proponen reformas

Son cuatro los principales actores del drama que estamos viviendo: PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos.

EL PP se presenta como el único Partido que:

-Ha desarrollado un proyecto propio, con mayoría absoluta, impugnado y rechazado por todos los demás Partidos.

-No admite la necesidad de un cambio y, frente a todos los datos y razonamientos, persiste en mantenerlo tal cual, descartando todas las reformas como innecesarias, ineficaces y nocivas.

-Invoca la necesidad del diálogo y del pacto, pero sin apearse un ápice de la política seguida. Debe pilotar, por ser el Partido con más votos, el nuevo momento de la Política.

-Conclusión: se pone de espaldas al cambio, a la evolución, a los retos y demandas más graves de la sociedad actual. Si se encuentra bien con su proyecto socioeconómico es porque en él ve asegurados los privilegios, monopolios y beneficios de unas poderosas minorías y no acepta que ese proyecto caiga de raíz, por ser contrario a la dignidad, al bien y derechos de las mayorías.

En el fondo, su inmovilismo demuestra un natural horror a la igualdad y a la justicia, no tomar en serio la dignidad y derechos fundamentales de la persona. Y en tanto en cuanto se aleje de esa dignidad y derechos, es rechazable, se revista de las siglas que quiera.

Los otros tres Partidos, han recibido de la sociedad un encargo asegurar contundente: cambiar de política e implantar numerosas reformas que se han demostrado urgentes y necesarias. Ninguno de ellos, por sí mismo, es suficiente para impulsar el cambio ni las reformas que desean. Todos aportan unas u otras reformas. El objetivo no es salir triunfador sino asegurar las mejores reformas que hagan visible el cambio.

-Ninguno de ellos debe ser mirado con apriorismo. Apriorismo es incapacitar al PSOE por considerarlo prisionero del bipartidismo. Apriorismo es que PODEMOS se niegue a negociar con Ciudadanos por verlo encasillado en la Derecha y defender un modelo económico incompatible con el de Podemos. Apriorismo es que CIUDADANOS descarte pactar con Podemos por no concordar con uno u otro de sus puntos. Apriorismo es no asumir el núcleo de las reformas pactadas por el del PSOE y CIUDADANOS y negarse a comparar, profundizar y avanzar desde ellas.

Es decir, es el momento de la verdad y la coherencia, de abordar reformas concretas y no de luchar por ver quien saca más puntos de poder.

-Cada uno de los Partidos tiene estudiadas una serie de reformas, unas más intensas y avanzadas que otras; se trata ahora de ponerlas en común, compararlas, para unir, completar y enriquecer.

-La voz de la ciudadanía está acuciada por reformas que no se pueden aplazar. Los electores están unidos en querer resolver situaciones y problemas que afectan a la gente de esos Partidos, que son los más.

Con la máxima cesión de una y otra parte y el máximo consenso posible. ¡Posible! Si no en un 100 por 100, en un 90 por 100, o en un 70 por 100,

- La disponibilidad al diálogo y al pacto, está en todos, sino la tenemos hipotecada por alguna ideología extraña. Lo natural en todos es la bondad, el cuidado por los demás, compartir la responsabilidad, el derecho y la solidaridad con los otros. Están obligados a esto, a colaborar a que todos se sientan Comunidad, a no regirse por el egoísmo, la avaricia, la prepotencia, la hipocresía y se pueda construir una sociedad más justa y equilibrada, más adecuada para asegurar los derechos y felicidad de todos.

La máscara del terrible engaño

Me parece importante señalar, después de todo esto, dónde está el impedimento, la máscara que hay que romper y poder llegar al rostro de una política efectiva de los derechos humanos. Nuestra política actual es esclava de una economía global errada, que considera natural la desigualdad y la injusticia y otorga patente a minoría para disponer de una fortuna y bienestar que no corresponde a la gran mayoría. Si no se rompe la máscara de este clasismo artificial, no se entenderá la crisis a que hemos llegado ni el modo de salir de ella.

Todo se ha construido en la dirección de negar la dignidad humana y sus derechos. Dirección que me atrevería a concentrar, para acabar, en tres aspectos:

1. Los dueños del capital y los propietarios de las empresas se sienten libres para buscar mano de obra donde quieran, sin tener que ocuparse de las pensiones o seguridad social de los trabajadores ni afrontar huelgas que puedan defender sus derechos. La desregulación y la privatización hacen que los jefes ya no dependan de los trabajadores. A un lado, el mundo de las altas finanzas, jugadores en la bolsa y a otro, los empleados que sirven a la mayor parte de la población.

2. A la hora de actuar, la gente se encuentra como sola frente a los dueños de los recursos, ha asimilado que no tiene otra alternativa, que el capitalismo, al que no se puede cuestionar. La competencia, la codicia, la voluntad de derrota a los otros, la escasa sensibilidad hacia el destino de los desafortunados, de las víctimas causadas por la propia actividad, no tienen límite. Se ha quebrado el sentimiento de formar parte de una comunidad, de contar con instituciones que se preocupen de ellos cuando sufran una catástrofe individual.

3. Zygmunt señala, que la oportunidad de un progreso moral y social se frustra porque se cree cada vez más que un mayor crecimiento económico es el que puede resolver nuestros desafíos y problemas. Hubo pensadores que creyeron que con el mero crecimiento económico nos ocuparíamos de los problemas reales de la vida y de las relaciones humanas, mucho más nobles que la mera supervivencia guiada por las preocupaciones económicas. Se equivocaron al creer que la gente iba a comprar sólo lo necesario para cubrir sus necesidades. En la sociedad de consumo no se va a reemplazar sólo lo roto o lo consumado, sino a satisfacer los propios deseos. Y los deseos son infinitos

Desde una ciudad a otra del planeta, las familias no van a Misa o a ceremonias religiosas, sino que van a las grandes catedrales actuales: los templos de consumo. Y son esas las grandes salidas familiares de la semana. Van no sólo a comprar, sino a disfrutar mirando, viendo lo que hay.

Nos han hecho, prácticamente, esclavos del consumo. La búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras. El crecimiento del consumo es considerado la única manera de satisfacer la felicidad. Y la medida de nuestra posición social y de nuestro éxito dependen de nuestra capacidad de consumo. Buscamos en las tiendas nuestra solución a los problemas: “Desde la cuna, escribe Bauman, nos entrenan para usar las tiendas como farmacias que curan o mitigan todos los males o aflicciones de nuestras vidas y de nuestras relaciones con los demás”.

Claro que el consumir es necesario, pero no hasta el extremo de pensar que la única forma de felicidad es comprar. Las personas sastisfechas con su trabajo, sus relaciones, sus creaciones, -otras formas de felicidad indudablemente- son un peligro para el consumismo quien necesita personas permanentemente insatisfechas.

¿Pueden cambiar estos patronos de comportamiento?

4. En estos momentos, a muchos les preocupa del tema de la identidad. En tiempos pasados no era este mayor problema: la gente se sentía bien en el lugar donde estaba, bien con sus vecinos y dentro de una red de familiaridad próxima. Pero, llega un momento en que esta relación y control natural de vecindad va desapareciendo, y surge el Estado como encargado de mantener un orden sobre el que se otorga legitimidad para resolver una situación de inestabilidad. Estaría aquí la base del Estado –Nación y de los nacionalismos, vistos como la ilusión de ofrecer una suerte de paraíso perdido para una convivencia segura y feliz.

Es en el siglo XVII cuando se crea un nuevo orden político, con poder soberano en los gobernantes de cada territorio. Nuevos Estados en que la Religión era sustituida por la Nación. Nuevos Estados, cada cual con su autogobierno de su propio territorio. Pero, esto ha cambiado totalmente. Los políticos, es cierto, son elegidos por el pueblo y se les exige que gobiernen según el programa prometido. Puede haber políticos corruptos, estúpidos, miopes, pero no es ese el problema. Hoy, los Estados no son independientes, decir que son soberanos es una ficción. No pueden controlar la interdependencia de la sociedad global. El poder financiero escapa a su control, y no pueden hacer las cosas que determinan.

Conclusión:

5. ¿Qué ha ocurrido? Los Estados, y los políticos, que los representan, no son soberanos en su territorio. El mercado financiero y quienes lo dominan carecen de todo control político, están desregulados y pueden moverse libremente para lograr sus beneficios. Los políticos prometen y establecen medidas, pero la desregulación absoluta del mercado, puede dar al traste en un momento con todos sus planes. Todo se debe, según Bauman, a un divorcio entre poder y política. No hace ni medio siglo que poder y políticas residían en manos del Estado soberano. Hoy, no. La soberanía del Estado territorial se ha convertido en una ilusión. Las cuestiones esenciales están sometidas a fuerzas globales. Tenemos poderes libres, sí; pero los político carecen de poder. Sabemos seguramente lo que tenemos que hacer, pero no cómo hacerlo. ¿Qué dignidad y qué derechos humanos se pueden hacer valer sin poder real?

¿Solución? ¿La hay?

Nos desafían dos grandes retos: 1) Volver a casar poder y política; lograr que el poder esté sometido a la política. La globalización hoy maldita, todavía puede trocarse en bendición. Estamos en el umbral de una gran transformación. Las fuerzas globales andan sueltas y deben poner bajo control democrático popular sus ciegos y dañinos efectos; obligándoles a respetar y observar los principios éticos y de cohabitación humana y de justicia social, que emanan de la dignidad humana. 2. En segundo lugar: vida en común, promover y perseguir todo lo que sea vida en común, bajo las estrellas de la igualdad, la justicia y la solidaridad y frenar y erradicar todo lo que sea competición, rivalidad y lucha entre unos y notros o de unos contra otros.

¿Lograremos gobernar las fuerzas incontroladas del capital que mueven al mundo? ¿Sustituiremos la rivalidad y la codicia por una cooperación amistosa, confiada, de reconocimiento y respeto mutuos?

Hoy el tren de nuestra civilización requiere un cambio de dirección. Marcha destruyéndonos requiere una dirección equivocada. El que no acabe destruyéndonos, supone que estamos dispuestos a detenerlo. Estamos a tiempo.

El hombre es hermano no lobo pada el hombre. Estrictamente, a nadie, porque milite en tal o cual Partido, se lo puede encasillar como bueno o malo, leal o enemigo, progresista o conservador; sería aplicar en un plano individual lo que en el plano internacional osó hacer una política estadounidense al marcar a ciertos países como miembros del eje del bien y del mal.

Hay una humanidad ontológica, que todos compartimos, desde la que cada uno puede realizarse sin traicionar la naturaleza que a todos nos constituye y fundamenta nuestra dignidad y derechos, nuestra fraternidad y responsabilidad.

 

Benjamín Forcano

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