MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ
Carmen SotoJn 10, 27-30
Jesús como buen pastor anuncia a un Dios que solo desea ofrecer su amor y perdón. Quien tiene un rol de liderazgo en la iglesia ha de identificarse no sólo con esta metáfora, sino con su modo de actuar.
En el Evangelio de este domingo nos encontramos a Jesús identificándose con la metáfora del buen pastor. Para entender sus palabras es necesario acercarse al comienzo del capítulo 10 en el que Jesús está polemizando con sus oponentes sobre su identidad. En el diálogo el maestro se identifica con el Buen pastor, una metáfora que ya habían usado los profetas para hablar del modo que tenía Dios de guiar a su pueblo en contraste con mal gobierno de los dirigentes de Israel. Así lo denunciaba Ezequiel:
“¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y a las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. (…)
Por eso, pastores, escuchad la Palabra del Señor:
Esto dice el Señor Dios: Me voy a enfrentar con los pastores: les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas para que dejen de apacentarse a sí mismos, los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar.
Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Los sacaré de entre los pueblos, los congregaré de los países, los traeré a su tierra, los apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en los poblados del país. Los apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus prados en los montes más altos de Israel; allí se recostarán en fértiles dehesas y pastarán pastos jugosos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear, oráculo del Señor Dios. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas; vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido”.
(Ez 34, 1-16).
Jesús al desarrollar de nuevo esta metáfora no sólo se identifica con el modo de actuar de Dios sino que se está proponiendo como en mediador de la acción amorosa del Padre (Jn 10,14- 18). Para los que están discutiendo con él sus palabras son escandalosas, porque además de denunciar sus malas prácticas como líderes del pueblo, está cuestionando su poder y su capacidad mediadora con la divinidad. Por eso buscan reafirmarse acusándolo de endemoniado (Jn 10,19-20).
El fragmento que leemos este domingo pertenece a una narración más amplia que sitúa a Jesús debatiendo con los judíos en el pórtico de Salomón, un lugar situado en la parte más exterior del templo y al que podía acceder cualquier persona (Jn 10, 22). El relato informa que la conversación tiene lugar durante la fiesta de la dedicación del templo, una fiesta que formaba parte da celebración del año nuevo (Hanukka). Está era una fiesta que había instituido en el año 165 a.C., para recordar la nueva consagración del templo después de ser profanada por los paganos (1 Mac 4, 53-59). Este contexto tiene importancia porque al preguntarle los judíos si él es el mesías (Jn 10,24). Jesús al responder no se va a vincular con la santidad del templo, ni con su valor mediador para el encuentro con Dios, sino que va a utilizar de nuevo la imagen del pastor. Los que escuchaban a Jesús conocían las palabras proféticas y no pueden menos que considerar blasfemo (Jn 10,33) lo que el Maestro estaba diciendo. Como pastor Jesús asume el rol de mediador de la acción amorosa de Dios (Jn 10, 29) y por tanto admite tener una palabra de autoridad superior a cualquier otra que pudiesen pronunciar los presentes. El camina delante, y quien cree en él se sabe en las manos de Dios. A su lado las hijas e hijos de Dios pueden descansar porque en su actuar encuentran el amor y el perdón de Dios.
Carmen Soto