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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

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CORPUS CHRISTI O EL DESBARRO CATÓLICO

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Lo que llaman “hostia” no es algo simbólico ni testimonial, es verdaderamente el cuerpo de Cristo. Así se ordena creer, así lo creen. Y así se venera. ¡Eso sí que es fe!

Nos ponemos en su lugar, como nos hemos puesto desde que, en la infancia que presupone uso de razón, recibimos la I Comunión. Y puestos en su lugar preciso será prosternarse, adorar al dios que pasa, entonar cantos loando al amor de los amores o a la hostia santa, hostia pura y hostia inmaculada (¿A quién se dirigen estos adjetivos, a la “forma de color de harina” o… a qué?).

Póngase ahora el crédulo que esto lea en el lugar de la persona normal que sólo ve en eso, si entre la maraña de flores, candelabros, custodias y viriles es capaz de verlo, algo blanquecino encerrado en una joya preciosa, joya en algunos casos de varios millones de euros, como la custodia de Enrique de Arfe, recientemente restaurada [Toledo entera saldrá a la calle para… ¡ver esta joya patrimonio de la humanidad! Lo de “Cuerpo de Cristo” paseado por las calles, se dará por supuesto, por supuesto que ahí no hay nada de eso sino algo blanquecino que apenas se dibuja en el centro de dicha joya].

Siempre estamos esperando que la fe sea sensata, tenga que ver con la razón, que no produzca su quiebra, que se atenga a la realidad de la vida… Y una y otra vez, ésta se aleja hacia lo misterioso, lo increíble, lo inasimilable. Es el caso de la “presencia real” de Cristo en todos y cada uno de los trozos en que se pueda dividir la hostia (¿moléculas también o sólo trozos visibles?). Esto es de una credulidad repugnante. Y dicen que la Eucaristía tal como sale cocinada del Concilio de Trento tiene su fundamento en Jesús. Pues… mentira, así de claro, mentira. Incluso leyendo los textos evangélicos una y otra vez reescritos, no es eso lo que ahí aparece, que si presencia real, que si transustanciaciones… No y mil veces no. Nuevo invento de la Iglesia para contraponer disparates a reflexiones teológicas [del hereje y, por supuesto, enemigo, como los cátaros o albigenses y los protestantes].

La magia que se hace rito. Magia que perdura cuando la sed de esoterismo se instala en la mente. ¿Y pueden llamar paganos o lo que sea a los fieles fervorosos de las religiones mitológicas del pasado cuando hoy los católicos tragan ruedas de molino en cada hostia que introducen en su boca?

Pero digan algo respecto a lo que en el primer párrafo decíamos: ¿añade algo la celebración de un recuerdo a la suposición de que ahí hubo algo más que se nos escapa porque, dicen, es un misterio que sólo por la fe se acepta? ¿Difiere en algo la celebración protestante –el Gottesdienst-- que no admite transustanciaciones, de la celebración católica cuando de acercarse a comulgar se trata? No hablamos de supuestos, esos que pueden llegar hasta el éxtasis místico o milagros del Bolsena, sino de pensamientos o sentimientos humanos. Pues no añade nada.

No nos vengan a decir que no entendemos de lo que estamos hablando. La doctrina de la Iglesia católica es clara y rotunda, doctrina que sintetizamos:

La transustanciación, según Trento y según, antes, Tomás de Aquino que fue quien escribió los textos litúrgicos del Corpus Christi, consiste en la conversión maravillosa y singular de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo sólo la especie del pan y del vino. “Especie” se refiere a los “accidentes” del pan y del vino: color, gusto, cantidad, etc. El dogma considera que bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad.

O como dice el Catecismo:

La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento “no se conoce por los sentidos --dice Santo Tomás-- sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios”. Por ello, comentando el texto de San Lucas 22,19: “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”, San Cirilo declara: “No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no miente”.

Ni Jesús mismo, caso de haber sabido lo que iban a decir más de mil años después, habría admitido tamaña barbaridad. Tampoco se imaginaron tal cosa los que en los primeros siglos celebraban comidas comunitarias en recuerdo de la Cena de Jesús. Pero también de crédulos es cambiar, no sólo de sabios.

Lo que en tono irónico decíamos en otro lugar, ¿se imaginan al gremio de zapateros saliendo en procesión llevando en andas una zapatilla, cantando sus glorias y creyendo que la zapatilla les dará el coraje necesario para sobrellevar la crisis? Pues lo mismo es pasear un trozo de harina prensada por las calles.

 

Humanidad sin credos

Periodista digital

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