TAN EQUIVOCADOS COMO LOS DISCÍPULOS
José Enrique GalarretaMt 16, 13-19
La escena sucede cerca de Cesarea de Filipo, una localidad a treinta kilómetros al norte del lago de Genesaret, enteramente gentil en tiempos de Jesús.
El suceso está presente, con algunas variantes, en los tres sinópticos y falta en Juan. Se trata evidentemente de una prueba, a la que responde, en nombre de todos, Pedro.
"El Mesías", se completa con una confesión adicional "el Hijo de Dios vivo", que parece ir más allá de la fe tradicional de Israel, como apuntando a la peculiar y única relación de Jesús con el Padre.
Esta es una confesión propia de Mateo. Marcos dice simplemente "Tú eres el Cristo", y Lucas "Tú eres el Cristo de Dios".
El texto puede mostrar por tanto la progresión de la fe en Jesús que se da ya en la comunidad de Mateo, aunque no hay que olvidar que es precisamente la pregunta del Sumo Sacerdote en la noche de la condena de Jesús. En ella, los tres evangelistas ponen en boca del que pregunta la expresión "el Hijo de Dios - el Hijo del bendito". La expresión "Hijo de Dios", parece por tanto referirse a la manera judaica de entender, sin la connotación joánica de "el Verbo Encarnado".
Los versos siguientes "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" están ausentes de Marcos y Lucas.
Algunos autores piensan que es una adición posterior, trasladada aquí de un relato paralelo a Juan 21,15 (el relato del Lago Tiberíades después de la Resurrección). Sea lo que sea, no cabe duda de que esta expresión indica dos cosas:
· en primer lugar, la posición preeminente de Pedro dentro de la Iglesia primitiva (como se subraya también en los relatos de la resurrección y en su papel en los Hechos);
· en segundo lugar, el cambio de nombre completa la expresión "ni la carne ni la sangre te han revelado esto". Se indica por tanto que la Iglesia descansa en la fe en Jesús, obra especial del Padre, más que en cualquier otra cosa.
Curiosamente, la expresión "Iglesia" no parece nunca más en los evangelios. Es frecuente en Hechos, cartas de Pablo y Santiago, cartas de Juan y Apocalipsis, referida más especialmente a una iglesia local que a la iglesia universal. Es muy dudoso que Jesús mismo pronunciara esta palabra.
"Pedro" es palabra griega correspondiente al arameo "Kefas", que fue probablemente la que dijo Jesús. "El infierno" es, en el texto original "el Sheol", el lugar de los muertos.
Así pues, el texto funda la iglesia en la fe en Jesús, Pedro se hace portavoz de esa fe, y mientras esa fe perdure, el poder de la muerte (el Sheol) no podrá nada contra ella.
Entregar a alguien las llaves del palacio significa - como en el texto de Isaías - nombrarlo responsable, darle la autoridad necesaria para ejercer su cargo. Pedro recibe por tanto el cargo de "mayordomo del Palacio", y el Palacio es "el Reino de los Cielos".
El poder de atar y desatar apenas si tiene antecedentes en la Escritura. En el contexto rabínico se aplica a dictar una sentencia, decidir una cuestión, imponer una obligación o liberar de ella. En Mateo 18,18, la misma expresión se aplica a toda la iglesia, no sólo a Pedro, y en referencia a la expulsión de alguien de la iglesia.
"Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo".
Jesús prohíbe a los discípulos que hablen de él como Mesías. Esta frase está en contacto con el famoso "secreto Mesiánico" de Marcos. La interpretación normal es que Jesús no quiere ser identificado con el concepto habitual de Mesías. No hay que olvidar que estas escenas se colocan después de la huida de Jesús que despide a las multitudes tras la multiplicación de los panes, cuando ve que quieren hacerle rey.
El texto, por otra parte, está mutilado. Las palabras siguientes de Jesús avisan a los discípulos que el Mesías tiene que padecer y morir, Pedro le reprocha esas palabras, y Jesús le increpa violentamente, incluso llamándole "Satanás, que piensas como los hombres y no como Dios".
Este contexto - tan inmediato - muestra claramente que la confesión de Pedro es más bien mesiánica al uso normal de la gente, y que Jesús está formando a los doce para una comprensión verdadera del mesianismo, cosa que no consigue por entonces, ni se conseguirá hasta la venida del Espíritu, como muestra muy bien la expresión de los discípulos en Hechos 1.6 "¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?", inmediatamente antes de la Ascensión.
Ante todos estos matices, no podemos menos que asombrarnos de la semejanza que existe entre aquella situación y la historia entera de la iglesia. Jesús anuncia un mesianismo y le entienden otro, anuncia un poder y le entienden otro, anuncia una distinción de Pedro y le entienden otra.
Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. Y el papa será rey de este mundo, él y la iglesia y el culto se vestirán con los atributos externos de la realeza, e incluso con algunos de sus poderes (o con poderes más que reales).
Jesús anuncia la Buena Noticia del perdón y la iglesia detenta el poder de perdonar: no anuncia el perdón sino que administra el perdón.
Pedro es señalado en la comunidad por su fe y su amor, y la historia lo entenderá como jefe con potestad suprema y única...
El tema es tan profundo que sólo vamos a apuntarlo. En el fondo, se trata de diversas concepciones de Dios.
Demasiadas veces Dios es presentado como el Rey Todopoderoso al que todos se han de someter, que tiene poder por ser Creador y Amo, y está representado en el mundo por Cristo y sus sucesores los Papas, a quienes se debe obediencia total, en lo ideológico y en lo moral y en lo político.
Pero en el Evangelio, Dios no es ése, ni es ésa la misión de Jesús, ni por tanto la de la Iglesia.
En el tema de "el poder de las llaves" no se trata por tanto de una u otra concepción de la jerarquía, sino de una u otra concepción de Dios: el de Jesús o el del poder. Y cada uno reflexione.
José Enrique Galarreta