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UN SABIO CON AUTORITAS

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“Expón con sinceridad y sencillez tu sentir, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano”  (Miguel de Unamuno)

8 de Julio. Domingo XIV del TO

Mc 6, 1-6

Y muchos comentaban asombrados: ¿De dónde saca este todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado?

La fuerza de la autoridad de sus palabras se funda en sus acciones. Los romanos hacían una distinción entre ‘autoritas’ y la ‘potestas’, alabando la primera por encima de la segunda. La autoritas se conquista mediante la adhesión, la persuasión y la convicción del buen ejemplo dado. Jesús nos invita a sacarla, como Fray Luis de León (Oda I. Vida retirada), siguiendo en este caso la senda escondida que él, uno de “los pocos sabios que en el mundo han sido”, nos ha enseñado en su evangelio. Él hablaba con autoridad porque hablaba de lo que había encontrado dentro de él. Me ha sorprendido siempre la consideración de este dato: permaneció treinta años preparándose, y tres predicando. ¿Fue ésta, acaso, la raíz profunda de tú profunda sabiduría?

Esta fue, y también la de la relación particularmente humana que establecía con los que se relacionaba, en particular los necesitados. De dicha relación han sabido siempre mucho los médicos. Hipócrates indica como uno de los cuatro principios fundamentales el: “Estudiar más al paciente que a la enfermedad”. Para Platón el enfermo es amigo del médico a causa de su enfermedad. La relación entre médico y enfermo es de amistad y, en ella, es fundamental la confianza del enfermo en la medicina y en el médico que le trata. Con el cristianismo, las Órdenes Religiosas se hacen cargo de la asistencia sanitaria que es un acto religioso y moral. Se crean los primeros hospitales cristianos, la asistencia sanitaria es gratuita para los enfermos sin recursos y se atiende también a los enfermos incurables y moribundos. El fundamento de la relación médico-enfermo en el cristianismo es una modalidad de la amistad cristiana entre los hombres. El médico medieval le da importancia a la comunicación verbal con el enfermo con el objetivo de darle consuelo, de aliviarle. Sigmund Freud supone un cambio muy importante en la relación médico-enfermo al introducir al sujeto en medicina. Considera que en el acto clínico, la relación médico-paciente es fundamental, y la historia clínica es un instrumento imprescindible que permite al paciente contar su experiencia vital en ese momento.

Modernamente la relación que establecen el médico y el enfermo, durante el proceso de enfermedad, es de extremada importancia. Es una relación rica y compleja que influye en el curso de la enfermedad, en la eficacia del tratamiento, y que tiene por sí misma un importante valor curativo. Para Gregorio Marañón, por ejemplo, “lo más importante en medicina es la relación entre médico y enfermo”, dice. Y Pedro Laín Entralgo señala rotundamente que se trata de una la relación que vincula mutuamente a dos hombres, que está formada por dos personas, y el vínculo entre ella es la palabra”.

Los que te escuchaban, dice en 6, 2 Marcos, comentaban asombrados: ¿De dónde saca este todo eso? ¿Que clase de sabiduría se le ha dado? Y yo también, Jesús maestro sabio, me asombro de tu sabiduría, y cada vez que profundizo un poco más en tu Evangelio, descubro más y mejor la increíble riqueza humana del mensaje. La del διακόνεο, al que el NT le atribuye el significado de “servir a la mesa” (L 10, 40, 17, 8; Jn 12,1) y que Marcos, si ha de ser comprendido desde la enseñanza de Jesús sobre el discipulado, presenta el sentido más amplio de “ser servicial”, “estar a disposición de”. Un servicio que implica autodonación y disponibilidad, presentado por Jesús como núcleo de su seguimiento y signo de distinción de sus discípulos, sean estos varones o mujeres. Todos ellos han de hacer lo que han visto realizar al mismo Jesús. Han de adoptar las mismas aptitudes: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 40)

Decía en su Diario íntimo don Miguel de Unamuno, “Expón con sinceridad y sencillez tu sentir, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano”, añadiendo al servir la sugerencia de respetar en el que sirve su manera personal de hacerlo.

En su obra La cuisinne retrouvée, el ilustre literato -y también sabio en su poético quehacer- Marcel Proust, gran amante de la buena cocina como buen francés, hace una loa del bon manger diciendo que “En el tiempo que sigue a una comida copiosa, existe una especie de momentos de reposo saturados de bienestar, de inteligencia y de energía donde permanecer ociosos, que nos otorgan el sentimiento de plenitud de vida”. La dimensión poética de Proust hace resaltar la trascendencia del acto de servir, en otras partes de su obra, aunque poniendo particular énfasis en el de disfrutar de los manjares servidos.

“El efecto de la sabiduría es una alegría continua”, decía Lucio Anneo Seneca en Cartas a Lucilio. Alegría por el buen servir, el buen comer, las buenas relaciones que otorgan salud, y que ponen barro frente a la hermosura, como canta nuestro Poema de hoy, le da Nueva Vida.

 

INSPIRA ME D0MINE

“Formavit igitur Dominus Deus hominem de limo terrae et inspiravit…”  (Génesis 1, 7)

Me formaste, Señor, del barro puro;
soplaste con amor la blanca arcilla;
dejaste eternidad de tu semilla
en la arista sin faz de un canto duro; 

color pusiste en tu pincel seguro;
le diste ardor a la letal mantilla;
llegó el aliento a la fetal papilla,
blando barrizal de humus inseguro.

Y en el resplandor de tu llama pura,
Todo se hizo amor, masa redimida.
¡Sopla, Señor, y deja tu hermosura

en el lodazal de esta carne hundida;
y poniendo el barro junto a tu hermosura,
sóplalo otra vez, dale Nueva Vida.

(José Paz. Poemas en Tiempo)

 

Vicente Martínez

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